martes, 17 de marzo de 2020

Orando con la Sagrada Escritura. Salmo 37 (36), 3-6

Seguimos avanzando en el tiempo de Cuaresma, días en los que debemos aprovechar para practicar con intensidad todas esas cosas que te propusimos a lo largo del 2019 para imitar a Jesús. También es buen momento para contemplarlo, conocer mejor cómo fue su vida y descubrir qué supuso para el hombre su entrega. Es, en definitiva, una fantástica oportunidad para la conversión y empezar a buscar a aquel que es nuestro Camino, Verdad y Vida a través de la oración, el ayuno y la limosna.

Por eso venimos hoy a compartir contigo un nuevo texto con el que parar a meditar mientras ayunas de estar un rato con los amigos. Y además te permitirá practicar la caridad si después te animas a dejarnos un comentario compartiendo con los demás lo que has descubierto de la Palabra después de ese ratito de oración. Se trata de los versículos de uno de los poemas oracionales que recoge el microcosmos bíblico del Salterio, del Salmo 37 (36), 3-6.


"Confía en el Señor y haz el bien,
para habitar en tu tierra y vivir tranquilo;
busca en el Señor tus delicias,
y Él te dará lo que tu corazón desea.
Confía al Señor toda tu vida
y fíate de Él, que Él sabrá lo que hace:
hará que luzca tu justicia como la aurora
y que tu derecho resplandezca como el mediodía."

¿Qué nos dice su lectura?
Así de sencillo y así de difícil, el Señor se nos ofrece en la sencillez más absoluta, y precisamente por eso nos cuesta tanto estar con Él.

Ese dejarse hacer ante su presencia parece inexistente, nuestra mente se ha habituado a funcionar en un mundo complejo, en el que intentamos solucionar todo a través de discurrir. Pero ahora se nos pide confianza, dejar partir los pensamientos y apreciar Su presencia con sentimiento amoroso desde nuestro silencio interior.

Y ese silencio interior no llegará si, como comentábamos al meditar la senda del Monte Carmelo, espíritu de perfección,  no buscamos la nada, el abandono total para, únicamente, encontrarnos con Él.



Que todo lo que hagas en la vida sea, por la fe, para mayor honra y gloria de Cristo. Que siempre anhelemos buscar su Paz y no dejemos de desear asemejarnos cada día más a Dios. Que cumplir sus preceptos sea nuestra mayor ilusión y no perdamos nunca la esperanza de alcanzar la salvación porque, su entrega voluntariamente aceptada, su pasión y cruz no fueron sino una muestra de su amor y el deseo que tiene de que confiemos en Él aunque a veces no entendamos nada.

Él sabe lo que hace

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