Seguramente empezaste el año con muchos retos y es posible que alguno se te haya quedado por el camino. Nosotros teníamos uno importante y de momento lo mantenemos: seguir contigo, mes a mes, compartiendo experiencias, despertando incertidumbres y poniendo a tu disposición algunas reflexiones que nos hacemos sobre temas cercanos al Señor. Y por eso estamos aquí de nuevo.
Esperamos que la vida te esté sonriendo pero... si sientes justo lo contrario... ¡no te desanimes y sigue leyendo!
¿Comenzaste a entrenar tu fe? ¿Cómo lo llevas? Ya te avisamos en la última publicación (si te la perdiste puedes leerla haciendo click aquí) de que no sería una tarea fácil y que te ayudarían a alcanzar tu objetivo la oración y los dones que nos proporciona el Espíritu Santo. Además, hay también otra virtud fundamental que no debemos, ni queremos, dejar pasar por alto y a la que vamos a dedicarle esta publicación. ¡Verás que esperanzador!
Hablar de la Esperanza es adentrarnos a conocer ese estado en el que uno vive sin dejar de ver aquello a lo que aspira como algo alcanzable. En el catecismo (art. 1817) se nos define como “una virtud teologal, por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra". Es una disposición habitual y firme de hacer el bien; que tiene como origen, motivo y objeto a Dios; y que se sostiene en la fe y en la confianza.
Con frecuencia en nuestra sociedad es algo habitual ver a gente que únicamente confía en sus fuerzas y capacidades para sortear las dificultades y contratiempos del caminar diario. Y esto, cuando los problemas son demasiado grandes o complejos, tiene un recorrido muy corto que nos acaba conduciendo a la rabia, la impotencia, la decepción y la oscuridad si no conseguimos sobreponernos. Si eres de esos que se encuentran abatidos, que sienten que ya no pueden con su vida y que, cada vez, su panorama les parece más negro, queremos proponerte una reflexión. ¿Qué ocurriría si decidieras dar una oportunidad a Dios, si por una vez confiaras en su fuerza y su poder? No pierdes nada por probar. ¡Experimenta la esperanza cristiana que hoy te queremos dar a conocer!
Por ponerte un ejemplo...
Imagina que deseas tener un novio o una novia, que te toque la lotería, encontrar un trabajo o cualquier cosa que te traigas entre manos en estos momentos y quieras conseguir. Por la esperanza humana pondrás todo tu empeño y usarás todas tus habilidades para lograr ese objetivo. Sin embargo, por la esperanza cristiana harás lo mismo con la certeza de que si está en el plan de Dios para tu vida, así sucederá; pero si no sucede, creerás firmemente que Dios tiene otro camino para ti, que te hará sentir una persona igual de plena y completamente realizada. La esperanza humana se agota en nosotros y en nuestras fuerzas, mientras que en la esperanza cristina se proyecta la eternidad bajo el poder del Espíritu Santo y la certeza de que Dios nunca nos abandona y de que dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman (Rom,.8,28).
Te recomendamos leer las catequesis del Papa Francisco sobre la esperanza cristiana. En ellas se nos presenta una esperanza basada en la certeza del “yo espero, porque Dios está junto a mi... Yo espero, tengo esperanza, porque Dios camina conmigo. Camina y me lleva de la mano. ¡Dios no nos deja solos!”. ¿Cuántas veces a lo largo de nuestra vida nos sentimos solos y desesperados porque nos hemos olvidado que Dios camina a nuestro lado? ¿Qué tragedia tenemos en nuestra vida que somos incapaces de superar? Lo que realmente nos pasa es que hemos perdido nuestra confianza en Dios, hemos perdido la certeza de “estar en camino con Cristo”.
¿Cómo está tu corazón? ¿De qué está lleno? ¿De ilusiones? ¿De agobios? ¿De ansiedades y estrés? “Quien confía en sus propias seguridades, sobre todo materiales, no espera la salvación de Dios... La esperanza cristina se expresa en la alabanza y en el agradecimiento a Dios que ha inaugurado su Reino de amor, de justicia y de paz”.
Si tienes curiosidad y quieres saber más puedes descargarte gratuitamente los textos del Sumo Pontífice en su página web. Estas catequesis sobre la esperanza comenzaron a publicarse el 7 de diciembre y nosotros, a modo de aperitivo espiritual, te dejamos por aquí el enlace a la que publicó el pasado 1 de marzo con motivo del inicio de la Cuaresma:
¿Para que te sirve la esperanza cristiana?
Pues básicamente para dos cosas:
- Para aprender a esperar y para no desesperar. Nos impide caer en el desánimo aunque atravesemos situaciones de dolor y dificultad. La esperanza nos empuja al encuentro con Dios que renueva nuestro hombre interior. Por la confianza en Dios sabemos que todo está en sus manos providentes, aunque no entendamos. Por la esperanza seguimos caminando con la certeza de que se nos mostrarán caminos luminosos para nuestra vida o para la vida de los que amamos, aunque caminemos en penumbra o angustia en el tiempo presente. En este sentido, María es ejemplo de fortaleza en el dolor que, después de contemplar el terrible sacrificio en la cruz de su hijo amado, no se desespera y continúa confiando hasta el punto de acompañar a los apóstoles en la nueva misión de la Iglesia.
- Para ayudarnos a no temer la adversidad. No debemos tener miedo de las dificultades ya que son ellas las que nos hacen sentirnos frágiles y débiles y nos empujan a aferrarnos a Dios en todo momento. En Dios hallamos la fuerza y la motivación para perseverar en la virtud, y esto es lo que fortalece nuestra vida interior y nuestra esperanza. Experimentar el amor de Dios es clave para no desfallecer: si Él nos ama, ¿cómo no va a desear en todo momento nuestro bien y nuestra plenitud aunque nos cueste verlo en medio de nuestra dificultad?
¿Cómo alimentar la esperanza?
No hay otro camino: la esperanza se alimenta de la intimidad con Dios. Cuando hay intimidad con Dios, crece la esperanza y cuando hay esperanza, crecen la alegría y la paz. Dios nos invita a intimar con Él:
- A través de la oración. La esperanza no es una actitud pasiva sino que va totalmente unida a una vida perseverante de oración. Es la intimidad con Dios lo que te hará esperar porque estando cerca de Él podemos esperarlo todo. Si no hay esa intimidad, volvemos a la esperanza humana que pone su confianza en las propias fuerzas o en el azar.
- A través de la Palabra. La Palabra nos revela la alianza de amor que Dios hace con el hombre a lo largo de toda la historia de la humanidad. Si Dios ha estado siempre cerca del hombre a pesar de la reiterada infidelidad y maldad de éste, ¿cómo podemos pensar que no va a estar ahora igual con nosotros?
- A través de los sacramentos. Dios se manifiesta en cada sacramento, se hace presente y real. Cada sacramento es una renovación de su amistad y de su entrega por cada uno de nosotros. En el sacramento recibirás una lluvia de bendiciones que te animará, te fortalecerá y te empujará a seguir caminando.
Por eso... camina, pasito a paso, camina sin parar, camina como un niño ilusionado, camina hacia el altar. Nunca dejes de leer, no pares de recitar:
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.
Y para terminar te proponemos que en "Israel" pongas tu nombre y digas:
“Espera Israel en el Señor, Espera Israel en el Señor, ahora y por siempre. Espera Israel en Dios”. Como dice el Papa... “la esperanza no defrauda".