domingo, 27 de diciembre de 2020

La maternidad de la Iglesia, la fecundidad espiritual, también es tu responsabilidad.

Se escapa un nuevo mes y hoy, que muchos tenemos la mirada puesta Belén, queremos hablarte de un tema que seguro que no deja indiferente a nadie: la maternidad.

La experiencia de la maternidad es algo que nos afecta a todos, independientemente de nuestro género. Un gran número de personas seguramente nunca seamos "madres biológicas", bien por el simple hecho de ser varones, de ser estériles o de haber rechazado, por voluntad propia, a ello. Pero hay una maternidad que no debería dejarnos indiferentes y sobre la que sería bueno que nos parásemos a reflexionar: la maternidad de la Iglesia, la fecundidad espiritual, que también es tu responsabilidad.

Los cristianos, sin excepción, deberíamos sentirnos llamados a vivir en comunión con Cristo que es cabeza del cuerpo místico de la Iglesia y a comunicar a los demás ese amor materno que emana de ella. 

Quizá, como le ocurrió a la Virgen en el momento de la Anunciación del ángel Gabriel (Lc 1,26-38), no podamos entender esto pero, con María como ejemplo, ¿quién no puede responder un «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» y hacer de su vida un camino de amor y entrega al prójimo? Tengamos siempre la mirada puesta en Ella e imitémosla.  

Dios, muchas veces, podrá sorprendernos igual que hizo con María. ¿Cuántas cosas nos proponemos y al final es nuestro Señor el que dispone siempre? Son infinitas las ocasiones que buscamos una respuesta a las situaciones que la vida nos plantea sin que las entendamos y al final la mayoría de las veces somos incapaces de responder a esa pregunta que tanto nos atormenta. Buscamos una y otra vez encontrar un camino que nos lleve a la Verdad, pero quizás solo el tiempo es capaz de responderlo. 

Analizando la historia y viendo cómo el ángel anunció a María los planes que Dios tenía para su vida, no podemos evitar pensar en la mezcla de emociones que pudo sentir la Virgen, una mujer pura e inocente. ¿Sentiría miedo a lo desconocido más aún porque era inexplicable a la razón humana? Ojalá todos pudiésemos tener la dicha de que lleguara un "Ángel" a nuestras vidas y nos dijera todo lo que nos va a deparar el futuro, pero aquí está la grandeza de nuestra Fe: creer que todo tiene un propósito, que el camino que nos tiene preparado el Señor es el sendero de una cita a ciegas con el verdadero Amor, un amor incondicional y pleno en el que no hay sentimiento más puro y tierno que dejarte abrazar el corazón con el amor de Dios. Pero como humanos que somos nos cuesta dejarnos guiar, nuestra naturaleza nos ha permitido tomar nuestras propias decisiones y como dice el refrán... "Todos los caminos nos conducen a Roma". Y eso mismo pasa con los planes del Señor para nuestra vida. Tarde o temprano sus propósitos se cumplen y dependerá del camino que tomemos que tardemos más o menos en llegar. Lo importante es seguir avanzando para que en ese instante en el que alcancemos la meta podamos voltearnos a mirar hacia atrás y darnos cuenta de que todo tiene sentido, que Enmanuel, Dios con nosotros, no se olvida de nadie. 

A veces creemos que nos encontramos solos pero Dios envió a su único hijo, que fue Él mismo hecho hombre, para que pudiésemos comprender que lo humano y lo Divino van agarrados de la mano. Por eso no debemos dejar que se apodere de nosotros el vacío porque para llenarlo tenemos a Jesus, quien, para librarnos del pecado y darnos la oportunidad de poder conocerlo y sentir su Amor, se entregó por nosotros. 

Nada de esto habría sido posible sin la aceptación humilde de esa joven María, desposada con José. Meditemos sobre lo que supuso su Fiat, que marcó un antes y un después en la historia de la humanidad, y fijémonos en su fidelidad a Dios y en ese sentimiento de amor inigualable que, desde la concepción del Hijo por la fuerza del Espíritu Santo, fue creciendo en Ella continuamente. 

Quién ve a un hijo sufrir sabe entender lo que significa que una espada te atraviese el corazón. Dios escogió a María porque sabía que solo Ella era capaz de soportar ese dolor tan grande de ver a Jesucristo, fruto bendito de su vientre, morir en la Cruz. ¿Cómo no entregarnos nosotros entonces por aquellos que nos necesitan? ¿Cómo no tender la mano al que tenemos cerca? Seamos valientes, respondamos a la llamada de nuestro Padre Celestial y escuchémosla hoy con sonido de llanto desconsolado del Niño Dios desde su pesebre, que también nos tiende sus brazos a nosotros para que, con los mismos sentimientos que su Madre (que también lo es nuestra), lo acojamos en el corazón cada día y nunca dejemos de festejar en la tierra el anuncio de una nueva Navidad. ¡Dios también quiere elegirte a ti, dile que sí y colabora con Él en su historia de Salvación! Reconoce la relación esponsal que guardas con Cristo y con su Iglesia y anímate a descubrir toda la fecundidad que llevas en tu interior. 

¡Tú también puedes dar a luz la Vida Eterna para muchos hijos que te esperan! ¡Anímate a probar!

jueves, 17 de diciembre de 2020

Orando con la Sagrada Escritura. Mt 4, 1-11

De la misma manera que en el Santo Rosario vamos desgranando Avemarías con cada misterio, también nos gusta, mes a mes, ir ofreciendo al Señor buenos ratos de reflexión e ir dejando luego a tu disposición, por aquí, las reflexiones que nos suscitan los distintos textos que elegimos para meditar.

En esta ocasión hemos querido acercarnos al Evangelio según San Mateo, concretamente al pasaje de la tentaciones de Jesús, en el capítulo cuarto, que dice así (texto extraído de la Biblia a la que se puede acceder desde la web de la Conferencia Episcopal Española):

"Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes». Pero él le contestó: «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”». Entonces el diablo lo llevó a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”». Jesús le dijo: «También está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”». De nuevo el diablo lo llevó a un monte altísimo y le mostró los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras». Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían."
¿Qué nos dice su lectura?

Que no todo desierto tiene que ser visto como un lugar árido e inhóspito, sino también como una oportunidad para nuestro propio conocimiento y renovación espiritual.

El desierto es aquel lugar donde no existen distracciones, ni reclamos visuales ni auditivos, en el que logramos un mayor conocimiento de nuestro interior, con el fin de descubrir cuáles son nuestras necesidades y como saciarlas. Y en medio de ese terreno tan hostil seguramente la tarea no será fácil pero nunca te rindas y, pase lo que pase, no dejes de luchar por dar respuesta al plan que crees que Dios tiene pensado para ti. Pueden ser muy iluminadoras para los tiempos de tentación y batalla espiritual estas palabras: "Recuerda que durante cuarenta años el SEÑOR tu Dios te llevó por todo el camino del desierto, y te humilló y te puso a prueba para conocer lo que había en tu corazón y ver si cumplirías o no sus mandamientos (Dt 8, 2)".

Se hace imprescindible la soledad, el vacío de uno mismo, para poder reflexionar sobre nuestra relación con Dios, tener un encuentro con ÉL y recibir su palabra. Déjate seducir, que te hablará con ternura (Cf. Os 2,14). Aprovecha, o aprovechemos porque también a nosotros nos hace falta, estos períodos vivenciales sin quedarnos únicamente con la dura prueba a la que estamos sometidos o la angustia y tristeza que pueda provocarnos. Ante la dificultad debemos prepararnos para la conquista de nuevas fuentes para gloria de Dios y en el camino de santidad que deberías recorrer no olvides las palabras del apóstol Santiago "Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas (Santiago1,2)".

Jesús en su naturaleza humana nos enseña que ante las tentaciones, con la armadura de Dios (Cf. Ef 6,11), se puede salir airoso y vencer al mal por muy atractivo que nos lo presente el demonio. ¿Y dónde encontrar y cómo ponernos esa armadura? Pues con los sacramentos, especialmente la Eucaristía que sacia nuestro hambre y sed de Él con el pan de vida y bebida de salvación. Ya aseguró Jesús a sus discípulos (y los bautizados también lo somos), que, si no comían la carne del Hijo del hombre ni bebían su sangre, no tendrían realmente vida (Cf. Jn 6,53). Ahora bien, ten siempre presente que vivir implica sufrimiento y desierto. La plenitud es la meta a alcanzar y, por eso, este texto nos parece una invitación a dejar de lado la búsqueda de la satisfacción en las cosas materiales, el afán de poseer y de acumular riquezas que nos llenan momentáneamente pero que una vez poseídas, volvemos a sentir un hondo vacío. 

Y al hilo de todo esto nos surge una pregunta... ¿Tú cómo alimentas tu hambre espiritual?

Tenemos que vivir la actitud del desprendimiento, no ser esclavos de las cosas, situaciones y vivencias, lo único que necesitamos es tener a Dios en nuestro corazón. Al igual que debemos huir del afán de protagonismo, del aplauso, de la gloria tan extendida en nuestros días. No tiene que importarte el juicio de los demás, ni creas que eres lo que los otros piensan de ti, basta con que no dejes de tener presente que Dios te ama con tus debilidades, fracasos, torpezas y caídas... ¡y cuánto iluminan en ese sentido las palabras de San Pablo a los Corintios! 

"Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse. Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría —es decir, nuestra justificación, santificación y redención— para que, como está escrito: «Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor (1 Cor 1, 27-31)".

Y por último, ya para ir finalizando porque no queremos extendernos demasiado, la Palabra escogida para hoy nos invita a pensar en a actitud que tenemos frente al poder. ¿Quieres ser de los que disponen de la vida de los demás? ¿Aspiras a ser el líder del grupo? Pues ponte en el último lugar porque seguir a Cristo es dar amor y servicio a los demás, no buscar nuestras intenciones particulares. El cristiano no debe perder nunca la referencia de Cristo, por tanto, pidamos que a través de las pruebas tomemos conciencia de lo que hay en nuestro corazón y crecer en santidad. Que busquemos el verdadero pan que descendió del cielo, busquemos a Jesús, pidamos ser llenos del Espíritu Santo, porque esa es la verdadera necesidad.

Nos vemos muy pronto pero mientras tanto déjanos, si te apetece, un comentario y cuéntanos... ¿cuál es para ti la peor tentación? Y aunque sabemos que el éxito depende de la gracia de Dios, ¿cómo colaboras para intentar no caer en ella?

domingo, 29 de noviembre de 2020

La fidelidad como camino comprometido y garantía de éxito en las relaciones

Como introducción al tema elegido para hoy estaría bien empezar intentando definir el concepto. ¿Qué es para ti la fidelidad? ¡Anímate a dejar un comentario con tu opinión!

En la parroquia nos parece que es sinónimo de compromiso y lealtad. Otra posible definición sería exactitud, fiel en cuanto al mensaje a transmitir, es decir, que el mensaje que transmitas sea tal y como lo recibiste; así como la observancia de la fe que debemos a Dios. Por ello no debemos vincular esta gran virtud únicamente con las relaciones terrenales sino también con la relación con Dios, en la que llevamos más allá el significado de confianza ciega. 


¿Cuándo se puede decir que una persona es fiel? ¿Se valora la fidelidad en nuestros días?

La Fidelidad se demuestra cuando te mantienes en tus principios y convicciones pese a esas situaciones que surjirán y ante las que tendrás la posibilidad de cambiar. Demostrarás fidelidad cuando continúes con tus compromisos y no renuncies a ellos.

Desde nuestra humilde opinión, queremos creer que sí que es apreciada la fidelidad. A pesar de la tendencia al egoísmo y el yo, imperante en nuestros días, muchos buscamos la seguridad de saber que la otra persona estará para nosotros. A pesar de ello, observamos a muchos que deciden seguir su egoísmo y dejar de lado a todos aquellos que confían en ellos y seguir sus instintos más básicos, de ahí que muchos podamos oír historias de infidelidades a diario.

La Fidelidad es considerada un valor importante tanto para la sociedad actual como en cualquier época, es un principio atemporal. Da igual en qué escenario del tiempo nos ubiquemos, siempre es un valor necesario y primordial a usar para tasar una relación o un compromiso. Constituye una base sólida en la que poder seguir y mantener ese bien preciado como puede ser amistad, pareja, familia... ¡Es parte de nuestra garantía de éxito!

¿Somos fieles entre nosotros? ¿Tendría que ser la virtud de la fidelidad la piedra angular en cualquier relación? ¿Consideras que es fundamental y necesaria para conseguir la confianza mutua?

Si nos paramos a reflexionar sobre la fidelidad en el matrimonio vemos que puede sustentarse sobre los mismos pilares que requiere una relación: compromiso, intimidad y comunicación. Lo importante es que la interacción de estos tres elementos sea coherente con las circunstancias y necesidades de cada pareja. Habrá etapas en las que un matrimonio dé prioridad a un elemento más que a otro. Por ejemplo, puede ser necesario fortalecer la comunicación cuando hay que resolver algún problema o afianzar el compromiso cuando damos pasos relevantes. Lo importante es que cada matrimonio sienta que tiene sus necesidades afectivas cubiertas dentro de su relación, pues esto le permitirá seguir manteniendo la fidelidad, hablando y mejorando en todo lo necesario para estar bien.

Del mismo modo podemos acercarnos a otras relaciones, como la relación con una amistad, en la que tendremos que ir ajustando esos pilares para sentirnos cómodos y que exista reciprocidad.


¿Y qué hay acerca de nuestra relación con Dios y la Iglesia? ¿Existen infidelidades?

¿Qué joven, o adulto en su juventud, no se ha cuestionado todos y cada uno de sus pensamientos y creencias y se ha hecho la pregunta soy fiel a Cristo? (Si no te la has hecho, ya estás tardando en pararte a pensar en ello por un momento y no te deprimas si descubres que no lo eres. ¡Así estamos todos, intentado corresponder pero reconociendo nuestra incapacidad y pequeñez!)

¿Y quién, a pesar de todas la caídas, en sus reflexiones personales ha llegado a la conclusión de que sí? Tal vez puedas considerarte fiel si tras todas las posibles preguntas y cuestiones que te hagas llegas a Él como repuesta. El objetivo de todo cristiano debe ser conocer a Cristo y acercarse a la fe. Ser fiel no es ser perfecto sino saber perseverar.

La relación con Dios la podemos vivir desde la cercanía de nuestra vida diaria, con la oración y la constancia, haciendo participe al Señor de nuestra vida, pidiéndole que nos acompañe cada día y dando gracias a diario. Así que, si te denominas como tal, ya tienes misión para llevar a cabo cada uno de los días de esta vida que Dios te está regalando para que, por la fe reflejada en tus obras, puedas conseguir la verdadera Vida. Y no olvides nunca que los caminos que recorremos siempre dejan “huella”.

 

No permitas que se apague tu deseo de conocer a Jesús (si eres fiel deberías tenerlo y si lo has perdido... ¡vuelve a Galilea, a la experiencia fundante de la fe!) Si crees que nunca has tenido ese deseo pero te gustaría empezar a conocer al Buen Pastor cuyo salmo meditábamos por esta publicación... ¡no dejes de leer nuestro blog!

Por cierto, ¿tú crees que la fidelidad a Dios reside en no renunciar al Credo y tus principios católicos? ¿Podemos decir que la fe ha de ser el motor de vida para la fidelidad? ¿No has tenido que enfrentarte alguna vez a situaciones que no compartías o no entendías y tras esa lucha te has dado cuenta de que lo que te hace avanzar en la vida cristiana es mantener esa “vela” encendida dentro del corazón? El Adviento es un tiempo precioso para pensar en ello, aprovecha para buscar la Luz y preparar tu corazón para acoger en él a Jesús. ¡Recuerda que en la conversión está el éxito de la Santidad!

En cuanto a la fidelidad de Dios... ¿qué te vamos a decir? 

Sabemos que todos estamos expuestos a la tentación en nuestro día a día y no cuidamos esa relación que de verdad nos da vida, sabiendo que por un lado siempre va a haber confianza y amor pleno. Llegamos a volvernos contra Él, a seguir falsos dioses e incluso a pensar que nos impone vivir una vida opuesta a lo que queremos pero, a pesar de ello, Dios siempre es bueno (aunque en el antiguo testamento pueda aparecer como aquel que castiga a aquellos que no lo siguen) y solo nos pide tener un corazón arrepentido y acudir a buscar su perdón cuando hagamos algo mal, sin solicitarnos nada a cambio. 

¡Él guarda siempre su alianza y cumple su Palabra! ¡No temas! Y, como ya hemos comentado, dale muchas gracias por todo, porque es eterna su misericordia. Dios siempre estará ahí contigo, incluso en los momentos en que tu fe ande con pasos muy ligeros. Él pasa las noches del invierno a oscuras llamando a tu puerta, cubierto de rocío, esperando que le abrás porque desea que brillar en ti, tal como hizo en aquella que fue su elegida: María. ¿Te atreves a responder tú también "Hágase en mi Señor tu Voluntad"? Ella, pese a encontrarse con todo tipo de adversidades y sufrimientos no falló a Dios. La Virgen es un gran ejemplo de fidelidad a seguir en nuestro caminar cristiano porque, siendo plenamente humana, es muestra del compromiso y entrega más absolutos, como su Hijo.

En definitiva, y para no extendernos ya más, recuerda siempre que la fidelidad debe alimentarse del Amor y es importante que este sea libre para seguir creciendo y adaptándose a las necesidades de cada relación.

¡Pidamos al Señor que nos haga fieles y nos vemos el mes que viene! ¡Te esperamos!

martes, 17 de noviembre de 2020

Orando con la Sagrada Escritura. Salmo 23 (22)

Querido seguidor de nuestro rinconcito parroquial virtual, hermano en la fe o ateo al que nos gustaría conocer. ¿Cómo va todo? ¿Sigues sobreviviendo a la pandemia que tenemos encima? Esperamos que sí, que el Señor te esté regalando salud y hoy puedas estar leyendo estas líneas con el corazón tranquilo, lleno de ánimo y optimismo. Y si la enfermedad hubiera ido a visitarte y te estuviera tocando pasar por un mal momento... ¡confía en el Señor y acepta su voluntad que, aunque a veces nos desconcierte, siempre es lo mejor! ¡No te canses de luchar, de rezar pidiendo tu recuperación y anímate a seguir leyendo!  

Sabemos que noviembre puede resultar un mes lleno de melancolía para mucha gente. Anochece antes, el tiempo empeora, el paisaje nos refleja la decadencia de la naturaleza y, con cierta facilidad, podemos relacionarlo con el fin de nuestro ciclo vital y venirnos un poco abajo. Si a eso le sumamos la situación tan triste que vivimos, por la incertidumbre que a todos nos rodea y el elevado número de fallecimientos que nos estamos viendo obligados a digerir, podemos caer fácilmente en el llanto desconsolado y ver cómo nuestra fe se tambalea. Por eso para hoy hemos querido seleccionar un salmo que se escucha con asiduidad en los funerales y cuya meditación creemos puede llenarte de esperanza o ayudarte a mantenerla viva.

Se trata del salmo 23 (22). Nos lo ofrece el salterio en las horas intermedias del II y IV domingo del tiempo ordinario, así como las lecturas del miércoles de la semana XXXII del tiempo ordinario del año par. Y también lo encontramos, dentro del ciclo A, en el cuarto domingo de Pascua. ¿Y de dónde le viene este éxito? Pues quizá resida en su sencillez. Te dejamos por aquí sus versos, que son toda una invitación a reconocer la voz del Señor y dejarnos guiar por Él.

"Salmo de David.
El Señor es mi pastor,
nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume,
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término."
 

 ¿Qué nos dice su lectura?

Que se trata de unas palabras que nos invitan a la conversión y a seguir al Señor, quien es el mejor Pastor que podamos encontrar. Pero a la vez nos llaman a hacernos sentir un poco protagonistas. Cada uno también es guía para aquellos que tiene cerca. Podemos llevar sosiego a nuestros familiares y amigos y ayudarlos a recuperar las fuerzas en el duro camino de la vida, de forma que al reconocer nuestra voz (que siempre ha de ir en comunión con la del Pastor) deseen seguir esos pasos.

Si Jesús está con nosotros y es nuestro amigo, nosotros debemos hacer lo mismo con los demás. ¿Y cómo conseguirlo? Pues principalmente conociendo su persona, cuidando la relación que mantenemos con Él y los vínculos que tenemos con aquellos que Él ha querido poner a nuestro cargo, y adentrándonos a conocerlos, sin prejucios y con una mirada llena de misericordia como la que tiene Dios con nosotros. Cada vida tiene unas características generales muy similiares pero si entramos en el detalle descubriremos la unicidad e irrepetibilidad del hombre, como ocurre con las ovejas de un rebaño. Intimemos con los demás y comprometámonos. No vivamos solamente de relaciones superficiales y dejándonos arrastrar por la cultura del usar y tirar que tenemos. 

Y para finalizar, así como para completar estas pobres palabras, queremos invitarte a leer esta otra reflexión sobre la que creemos que merece la pena introducirse.

https://cipecar.org/escuela-de-oracion/fichas-de-oracion/05-con-los-salmos/salmo-22-el-senor-es-mi-pastor/

¿Estarás dispuesto a seguir al Buen Pastor? ¿Y a ser su zagal?  ¿Qué impresión tienes tú de Dios? ¿Te sientes acompañado y te sosiegan su vara y cayado o más bien lo contrario? ¡Déjanos un comentario y cuéntanoslo!

viernes, 30 de octubre de 2020

Una clave para alcanzar el éxito de la santidad: la conversión

Ahora que ya se acerca la solemnidad de todos los santos quizá nos vendría bien recordar que la santidad es la meta que cada uno de nosotros, sin excepción, deberíamos ansiar alcanzar. Ya por esta entrada te animábamos a que ese fuera el objetivo de tu vida y te dejábamos algunas frases de la exhortación apostólica del Papa Francisco, "Gaudete et exsultate", que, nos acercaba a este tema. ¿De verdad que todavía vas a seguir esperando para ponerte en marcha? ¿Quieres intentarlo pero no sabes cómo empezar? Pues sigue leyendo, que vamos a hablarte hoy de lo que creemos que es una de las claves para conseguirla: la conversión


¿Qué es convertirse?

Pues según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es "hacer que alguien o algo se transforme en algo distinto de lo que era" o "ganar a alguien para que profese una religión o la practique".

Los cristianos entendemos que con el sacramento del Bautismo experimentamos una primera conversión pero luego debemos esforzarnos toda la vida en la misión de buscar el Reino de Dios del que nos aleja el pecado (cf. CCE 1470). Por eso es bueno que nuestros padres decidan bautizarnos de pequeños pero es más necesario que al dar ese paso los padres estén verdaderamente convencidos y decididos a hacer de sus hogares una auténtica iglesia doméstica desde la que luego puedan incorporarse todos juntos a la vida cristiana activa, porque así es más fácil recorrer el camino. 

¿En qué debemos convertirnos o transformarnos los cristianos? 

Pues... en la medida de nuestras posibilidades y sin dejar de acudir a Dios para que nos ayude en la misión: en nuevos Cristos Vivos.

Y si no es tarea fácil hacer que un alejado o un no creyente se acerque a la Iglesia todavía será más complicado perseguir la mayor perfección posible de nuestra semejanza con Dios. Por ello es necesario que nos esforcemos en superponer esa imagen divina que todos llevamos dentro a la de las personas terrenas que somos.

¿Cómo convertirnos o transformarnos? 

Nos explica el Catecismo que la conversión "se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, la atención a los pobres, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho (cf Am 5,24; Is 1,17), por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los sufrimientos, el padecer la persecución a causa de la justicia". (CCE 1435)

O dicho de otro modo... preocúpate de desarrollar virtudes. Puedes empezar por: 

Y recuerda también que en tiempo de crisis ¡vuelve a Galilea!

Nosotros regresaremos por aquí, Dios mediante, el día 17 de noviembre. Esperamos que hasta entonces reflexiones sobre qué vas a elegir para empezar a perfeccionar tu conversión. También aludíamos a ella en el texto de San Ignacio de Antioquía, puedes releerlo o asomarte ahora a él si todavía no lo has hecho. Y si el tema no te ha gustado, o te ha parecido poco y te has quedado con ganas de más, te invitamos también a recordar aquella entrada que titulamos Holywins VS Halloween (muy propia para estos días).

¿Nos vemos antes, el sábado 31 de octubre de 2020, para acompañar al Santísimo y poner en sus manos aquello que necesitemos para alcanzar esa santidad de la que hablamos (que nos dará la Vida Eterna) y a todos los que nos han dejado?


 

sábado, 17 de octubre de 2020

Orando con San Ignacio de Antioquía: Carta a los Romanos, cap 4, VI.

Martirio de San Ignacio de Antioquía
Autor anónimo (Dominio Público) via Wikimedia Commons

Los padres de la Iglesia suelen despertar el interés de los que se animan a acercarse a ellos y con esa esperanza queremos proponerte hoy unas palabras de San Ignacio de Antioquía para meditar. Vivió en una época cercana a la de los apóstoles, fue el tercer obispo de la Iglesia de Antioquía (el segundo sucesor de Pedro en el gobierno) y el primero en llamar Católica a la Iglesia. En su viaje hacia Roma, donde moriría devorado por las fieras, escribió siete cartas en las que trata de Cristo, la constitución de la Iglesia y la vida cristiana. El fragmento elegido corresponde a la carta que dirigió a los Romanos para pedir a los miembros de esa Iglesia que no impidieran su muerte. Es la única que no fue dirigida a una comunidad asiática y que no advierte contra las herejías ni anima a mantener la unidad. 

VI. Los confines más alejados del universo no me servirán de nada, ni tampoco los reinos de este mundo. Es bueno para mí el morir por Jesucristo, más bien que reinar sobre los extremos más alejados de la tierra. A Aquél busco, que murió en lugar nuestro; a Aquél deseo, que se levantó de nuevo [por amor a nosotros]. Los dolores de un nuevo nacimiento son sobre mí. Tened paciencia conmigo, hermanos. No me impidáis el vivir; no deseéis mi muerte. No concedáis al mundo a uno que desea ser de Dios, ni le seduzcáis con cosas materiales. Permitidme recibir la luz pura. Cuando llegue allí, entonces seré un hombre. Permitidme ser un imitador de la pasión de mi Dios. Si alguno le tiene a Él consigo, que entienda lo que deseo, y que sienta lo mismo que yo, porque conoce las cosas que me están estrechando.

 ¿Qué nos dice su lectura?

Viene a decir algo que también supo ver muy bien Santa Teresa de Jesús: que el hombre únicamente necesita a Dios. 

Todo lo que hagamos, y pueda darnos este mundo terreno, no sirve de nada si no tiene a nuestro Creador como fuente y tiende a Él como fin. En la vida que se nos regala, o el destierro en el que nos formamos, cualquier cosa es temporal y por eso lo único que debería preocuparnos es ganar la eternidad prometida del Reino, o lo que es lo mismo: la Salvación. ¿Y cómo llegar hasta esa meta hacia la que corremos, al premio al que nos llama Dios desde arriba en Cristo Jesús (Cf. Flp 3,12)? Pues poniendo en práctica el principal mandamiento, que no es otro sino amarLe sobre todas las cosas y con todo nuestro corazón, alma y mente (Cf. Mt 22, 37) como se ve que deseaba hacer San Ignacio de Antioquía en ese momento en el que sabe que su muerte ya está cerca.

Seguramente resultaría bueno que ejercitásemos nuestras virtudes, tanto humanas como teologales, y nos entregásemos plenamente a la Evangelización porque, quizá, ese sea el mejor trabajo que podamos llevar a cabo en esta vida. ¿Y dónde hacerlo? Allá donde nos toque estar. Lo importante es desear ese cambio y responder a la llamada de conversión que se nos hace recordando que "nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos (Jn 15,13)".

¿No te parece a ti también que las palabras escogidas son una clara invitación a buscar y/o fortalecer la amistad con Cristo y nuestra relación filial con el dueño de esa Viña de la que hablábamos por aquí (https://parroquiasanpascualaranjuez.blogspot.com/2020/09/de-vuelta-al-trabajo.html)?

miércoles, 30 de septiembre de 2020

De vuelta al trabajo porque hay que seguir atendiendo la Viña

Se acabó el tiempo de descanso y aquí venimos con una nueva publicación. ¿Y de qué queremos hablarte hoy? Pues... ¡del trabajo, del mucho trabajo que solemos tener! ¿Por qué será que al acabar los periodos vacacionales es tan frecuente sentir tristeza porque esto último es lo que dirige nuestras vidas? ¿Será porque el mundo actual ha hecho del dinero un objeto al que dar culto y lo ha convertido en un nuevo becerro de oro? 

Lo cierto es que, ya en el Génesis, Dios anunció que el hombre, entendido como género humano o humanidad representada en Adán y Eva, debería ganarse el pan con el sudor de su frente (Cf. Gn 3,19) y por eso hoy queremos plantearte una pregunta: ¿Crees que tú, verdaderamente, estás llevando a cabo el trabajo que se espera de ti? Ya te respondemos que solo Dios tiene la certeza total a esta cuestión pero tal vez pueda ser bueno que pares un momento a cuestionarte sobre ello.

¿El trabajo que realizas es agradable a los ojos de Dios o te traes entre manos asuntos oscuros? ¿Vives para trabajar o trabajas para vivir? ¿Te hace feliz la tarea que realizas?  

Un trabajo hecho con agrado, que alegra el corazón y ayuda a construir un mundo mejor, es signo de presencia Divina y señal de que el Señor quiere contarte entre los elegidos. El evangelista san Mateo, a través de la imagen de la Viña (Mt 20, 1-16; 21, 28-32), nos ha intentado enseñar qué debemos hacer para alcanzar el Reino de Dios.

Todos recibimos esa llamada personal de parte del dueño de la viña porque Él, en su afán, sale y una otra vez a buscarnos y darnos la oportunidad de que decidamos si queremos colaborar o no en su plan. La respuesta que tú le quieras dar es, en exclusiva, responsabilidad tuya y no de cualquier otra persona, institución, moda o cosa.

¿Qué tarea se espera que hagamos los que nos hacemos llamar cristianos? Cualquiera que no se oponga a ningún mandamiento y que tenga un fin bueno. Lo importante es que aceptemos el reto encomendado con un sí confiado como el de María y que respondamos igual que Ella antes las necesidades que veamos. De nada sirve quejarse o entrar a valorar si es justo o no lo que se tiene. Si tienes un trabajo que no te agrada siempre puedes parar, con mucha paz, a replantearte la situación y buscar otro camino que sea mejor. Si no encuentras alternativa es porque tu Creador debe querer eso para ti o al menos así lo está consintiendo en estos momentos para ponerte a prueba. En cualquier caso, por mucho que te pueda deseperar, no te preocupes porque también de eso sabrá sacar cosa buena. El premio a un trabajo bien hecho será tu salvación y el valor añadido que te vas a llevar será el tiempo de conocimiento y vivencia de Cristo regalados. ¡Tú decides si quieres seguirle desde niño, en la etapa intermedia de tu vida o esperar a la vejez y que pueda ser tarde! 

El trabajo, aunque te pueda parecer una esclavitud, siempre es una oportunidad maravillosa para vivir y experimentar tu libertad. Mira siempre a Dios como aquel que quiere liberarte y quizá esa mirada te ayude a descubrir el gran amor que te tiene. Ofrécele desde hoy, como prueba de amor, todos los servicios que realices. 

El mundo necesita que:

Y nunca olvides que ese mundo comienza con lo que tengas más cerca: tu familia, tus amigos, tu trabajo, tu comunidad parroquial... ¡trabaja el sentido de pertenencia, hará que te resulte más fácil comprometerte! Siéntente parte activa de aquellos grupos a los que te hayas unido, pregunta al responsable si puedes ayudar en algo y anímate a colaborar. No seas como esa persona de la que no se habla porque quiere quedar bien con todos y por ello no se implica en nada.

¡Ah! Por cierto, recuerda que anunciar el Evangelio y la Buena Noticia de la Salvación del hombre no es únicamente tarea de curas y monjas. ¡También es cosa tuya y para eso siempre se necesitan voluntarios! Si no es mucho pedir... ¡anímate al menos a difundir esta publicación con tus amigos! Y si lo que te apetece es colaborar más activamente escribiendo para este rincón virtual... ¡Contáctanos, contamos contigo! :)

jueves, 17 de septiembre de 2020

Orando con Santa Hildegard von Bingen: Los méritos de la vida, quinta parte, LXX

Iniciamos un nuevo curso buscando colaboradores para este rincón con el fin de poder mantener las dos publicaciones mensuales que veníamos realizando o, si Dios así lo quisiera, ampliar el número de las mismas en caso de que llegara alguna propuesta interesante. Y hoy, como cada día 17, queremos traerte la primera propuesta de texto para meditar.

Se trata de unas palabras del Libro de Los méritos de la vida (Liber Vitae Meritorum) de Santa Hildegard von Bingen y al que puedes acceder haciendo clic aquí

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Esta alemana fue una de las mujeres más destacadas e influyentes del medievo. Reconocida por su faceta como compositora, escritora, filósofa, científica o médico, entre otras, y hoy considerada una de las doctoras de la Iglesia. 

La obra elegida es un manual en el que se distinguen seis partes. A través de ellas se nos enseña a desarrollar virtudes para intentar evitar castigos en el futuro por medio de la penitencia en esta vida. Aborda los distintos vicios y expone las consecuencias que esperan a los que cometan dichos pecados. El párrafo seleccionado se localiza en la quinta parte: 

LXX.  EL  MAESTRO,  DEBE  SER  FLAGELO  PARA  LOS  DUROS Y LOS ÁSPEROS, Y HABLAR CON DULZURA A LOS BUENOS
El maestro vea cómo ha de tener en la mano la vara de la corrección para castigar a sus discípulos. Sea siempre flagelo para los duros y los ásperos, ya que si por algún motivo les  permitiera  actuar  solo  según  su  voluntad, se volverían  completamente rebeldes y podrían entregarlo a la muerte si pudieran. Sin embargo, a los que brillan con un poco de luz, les hablará con dulzura, porque si quisiera dirigirles con aspereza, se apagarían completamente y se pondrían peores que al principio.

¿Qué nos dice su lectura?

Que resulta de vital importancia aplicar la sana justicia, sin condenar al que se equivoque (porque de eso se encargará Dios) pero sí intentando no caer en la justificación ni restarle importancia pensando que todo vale ante la Misericordia Divina. Sin que nos tiemble la mano ante aquellos que estén llenos de soberbia y con afecto ante los que muestren verdadero arrepentimiento por lo que hayan hecho.

Cuidado con dejar pasar por alto las faltas del prójimo por no complicarnos la existencia o por temor a que luego podamos vernos rechazados, no sea que al final, llegado el día, seamos nosotros los que nos veamos privados de una vida mejor.

Seamos, tal como nos invita San Agustín en el Sermón sobre los pastores (46, 9), modelo para los demás  porque por encima de todo debería estar la caridad y a fin de cuentas todos los cristianos somos ovejas defectuosas y a la vez tenemos algo de pastores. Por tanto, cuando veamos que alguien cometa un error, valoremos la intención o la voluntad que encierra (como ocurrió con Jacob y Essaú) pero no dejemos nunca de practicar la corrección fraterna el estilo que Jesús enseñó a sus discípulos (y que puedes encontrar en el Evangelio según San Mateo 18, 15-18) y evitando a toda costa la lapidación porque ya sabemos también cómo acabó esa escena.

 

 

martes, 30 de junio de 2020

Sueña con esperanza y vive con amor tu vocación

Tempus fugit... ya estamos despidiendo otro mes y la actividad parroquial de este curso (tan distinto a todos los demás).

En 2016 comenzamos la andadura del blog pero no pudimos desearte feliz verano porque la persona responsable de este espacio estuvo de baja. En 2017 escribíamos sobre la murmuración y te hacíamos una invitación a no juzgar (muy al hilo del Evangelio de Mateo 7, 1-5) y hoy te animamos a que en estos tiempos difíciles sigas evitando esa tentación de criticar al que tienes cerca. En 2018 te proponíamos hacer de la oración tu plan para las vacaciones o un momento de bajón, como el que muchos pueden estar viviendo después de estos meses en los que hemos debido permanecer confinados. En 2019 el reto, que ya a estas alturas debería haberse convertido en costumbre, era vivir alegres y consagrados al Corazón de Jesús. Y quizá ya te estés preguntando qué vamos a tratar este año. Pues... ¡algo que puede hacer que pongas en práctica las tres cosas! Adentrarnos un poco en una cuestión de la se habla mucho y sobre la que todos deberíamos pararnos (o habernos parado) a pensar en algún momento de nuestra vida: la vocación

Ya te decíamos, el día que publicamos el texto para meditar de la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, que el mundo y la historia de la humanidad es como un gran puzzle y nosotros sus piezas y que podríamos comenzar cuestionándonos quiénes somos y cuál es nuestra misión en esta vida. ¿Qué espera Dios de nosotros? ¿De qué manera podemos colaborar con su plan para encajar dentro de su obra? 

Todos los cristianos, e incluso podríamos decir que todos los hombres, tenemos una vocación común: la santidad (de ella nos hablaba el Papa Francisco en su exhortación apostólica Gaudete et Exultate y por aquí puedes leer la entrada en la que quisimos seleccionar algunas de sus frases) y la misión de evangelizar el mundo (Cf. CCE 1533). Y aunque sea un llamamiento general, la contestación se dará de manera personal y muy distinta unos de otros. Por eso hoy queremos traeros dos testimonios reales de respuesta a esa llamada de Dios, que esperamos que os resulten interesantes. Invitamos a Martial Noumsi (de la Familia Misionera Verbum Dei de Loeches) y a la madre Sacramento (abadesa de la comunidad de hermanas Concepcionistas Franciscanas del Monasterio de San Pascual en Aranjuez) a que nos respondieran unas preguntas al respecto y esto es lo que nos contaron:
  1. Ahora que vivimos tiempos de incertidumbre y que más de una persona ha podido preguntarse ¿quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Hacia dónde voy? ¿Podrías hablarnos de qué es para ti la vocación del ser humano y cómo descubriste la tuya?

    Explicaba Martial (en adelante M.N.) que cada ser humano está llamado a la Felicidad y que esta llamada se expresa como el anhelo último que todos tenemos, es decir lo que desea por encima de cualquier otra cosas. Pero el hombre no puede alcanzar dicha Felicidad al margen de aquel que lo ha creado por amor y que por puro amor lo conserva, siendo en esta comunión con Dios donde cada uno descubre su vocación particular y personal.

    En la misma línea contaba la madre Sacramento (en adelante M.S.) que el hombre había sido creado por Dios con amor, que de Él venimos y a Él volveremos. Toda vocación, independiente de la opción que tome (bien sea la vida consagrada o la de un fiel laico) viene de Dios y lo importante de la vocación es saber vivirla como Él quiere.

    En cuanto a cómo descubrieron la suya la cosa ya empieza a cambiar. M.N. comparte que:
    "Por una parte se juntó en mí esta ansia de felicidad con deseo de justicia, de ver un mundo mejor, en cuanto solidaridad y justicia (suponiendo fin de guerras, de miseria,  de explotación del hombre por el hombre…); en fin, fui movido por el deseo de cambiar y dar respuesta una humanidad que yo veía herida y dolorida, desde la gente que me era más cercana hasta los más lejanos.

    Por otra parte, a medida que iba conociendo a Dios y acercándome a Él, también me iba conociendo mejor sintiéndome cada vez más feliz. Yo sentía una necesidad intrínseca de compartir esta felicidad con otros porque iba descubriendo que muchos carecen de felicidad porque no conocen a Dios. Al mismo tiempo escucho una llamada explicita de Dios, en mis oraciones  y en mis días al día. Hay una frase que redundaba en mi mente: «Martial, te necesito».  Y es así como la respuesta a esta llamada me lleva la vida misionera, para que todos los hombres conozcan a Dios y sean felices. Siete años ya después de iniciar esta aventura con el Señor, puedo decir que responder a la llamada de Dios es decir sí a su propia felicidad".
    En el caso de M.S., mucho más breve, nos dice que:
    "La mía la descubrí dejando poco a poco las diversiones y practicando más la vida de piedad. Es verdad que mi vocación empieza a cobrar forma en una época en la que la vida era muy diferente a la actual pero hoy en día creo que sigue siendo fundamental tener deseo de comenzar una relación más íntima con Dios. Y cuando empiezas a sentirte amada te importa poco ir dejando todo lo demás a un lado. Poder compartir tu vida con aquel a quien tú también quieres ya te hace sentir plena y llena de alegría"
  2. Sabemos que dentro de la Iglesia católica hay un montón de carismas distintos y que son muchas también las posibilidades de consagrar a Dios toda una vida ¿qué te animó a elegir la Familia misionera Verbum Dei o la Orden de la Inmaculada Concepción?

    M.N.:
    "Yo conocí la Familia Misionera Verbum Dei en Duala (Camerún), en 2010, cuando iniciaba mis estudios universitarios. Tenía entonces 20 años. Yo ya venía desde hacía dos años retomando el camino de fe que había abandonado en mi adolescencia. y me encontré con misioneros y misioneras que me hablaban y me mostraban a un Dios que es Padre, Amigo, Hermano, Compañero. Sí, un Dios que está cerca de mí y camina conmigo, que dije, “si Dios es así, yo quiero conocerle, quiero amarle, quiero servirle, y más aún, yo quiero ser como Él”. Por eso más que decir que elegí al Verbum Dei, diría que fue y es un regalo de Dios, que quiso hacer de mi un Verbum Dei."
    M.S.:
    "Yo conocí la Orden de la Inmaculada Concepción porque 2 de mis hermanas habían ingresado en ella. De hecho actualmente estamos las tres en el mismo monasterio. Y lo que me hizo elegir esta orden y no otra es porque su carisma me encanta y me hace muy feliz. Nosotras tenemos un marcado carácter mariano, entregamos nuestra vida para honrar la Inmaculada Concepción de la Virgen, intentamos imitar sus virtudes y Ella es la que nos lleva a Jesús."
  3. Mucha gente en España piensa que ser misionero es irse a un país lejano a ayudar al prójimo y, sin embargo, me consta que en vuestra casa de Loeches hay personas de los cinco continentes y sois misioneros aquí. ¿Tan necesitados estamos? También son muchos los piensan que ser monja de clausura es malgastar la vida, no ven sentido a la contemplación y les parece más útil la labor de atender a los necesitados. Hay quien cree que es más provechoso dedicarse a lo que llaman vida misionera, como si esta otra opción no lo fuese. ¿Podrías compartirnos tu opinión sobre lo que realmente es la función de un misionero?

    M.N.:
    "Fijémonos en lo que dice Jesús en Mt 4,3 cuando está al termino de pasar 40 días sin pan: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».

    La misión no consiste sólo dar pan –y  gracias a Dios hay miles de misioneros en el mundo, en los últimos rincones y selvas, escombros, en muchos de los cuales no llegan ninguna cobertura, ninguna cámara… repartiendo pan, sanando a enfermos, colaborando en la educación, etc.– pero también, es predicar la palabra de Dios, que es viva, creadora, que santifica, y que da al hombre su plena dignidad. Por eso hay misioneros también en España. Para que todos los hombres sean felices por conocer a Dios y lleguen la plenitud de la felicidad."
    M.S.:
    "Yo nunca he ido a misiones, lo que sí puedo decirte es que todos estamos llamados a ser misioneros desde nuestra vocación, con la oración, con el ejemplo y con la palabra. Las contemplativas somos misioneras de todo el mundo, ofrecemos nuestra vida para cumplir la bella tarea de acercar al hombre hasta Dios. También manifestamos esa entrega tan radical a través de la vida en fraternidad y nos sentimos felices cuando hacemos felices a los demás."
  4. Quizá sea un verano difícil para ponernos en marcha pero sabemos que para Dios nada hay imposible, ¿quieres hacernos alguna recomendación misionera para este verano?

    M.N.:
    "En este tiempo en que apenas estamos saliendo de una crisis sanitaria, con tantos duelos y perdidas, creo que lo que más se necesita es esperanza. Y os invito a que seamos justamente estos portadores de esperanza, este rostro compasivo de Cristo que acompaña con una llamada, una visita, una sonrisa, un apoyo moral, material o espiritual según sea necesario, y no dejar de orar por los que peor lo están pasando."
    M.S.:
    "Si comenzamos hablando de descubrir la vocación quizá esa tarea pueda ser una buena misión. Y, aprovechando que hay confianza, si alguna joven siente que pudiera estar llamada a la vida contemplativa femenina que no deje pasar la oportunidad y contacte con nosotras o con las hermanas de algún otro monasterio con las que pueda tener confianza."
Pues si has llegado leyendo hasta aquí ya sabes qué plan queremos animarte a llevar a cabo este verano...
 
¡A tener sueños! ¡A ser portador de esperanza para aquellos que lo estén pasando peor! ¡A pensar por el camino cuál es tu vocación, qué crees que puede estar esperando Dios de ti y a que te nos dejes un comentario con tu impresión! ¡A entregarte por amor a los demás para ser imagen de Jesús! Y, ¿por qué no?, a organizar una escapada para conocer a Martial o a la madre Sacramento y sus respectivas comunidades. Si no sabes cómo hacerlo escríbenos que a lo mejor podemos ayudarte.

No te hemos traído ningún testimonio de alguien que se haya sentido llamado al matrimonio, todo se andará el curso que viene porque es también otra forma de respuesta a la vocación universal de buscar la santidad y evangelizar, pero te invitamos a que te asomes a esta publicación en la que te dábamos unas pinceladas sobre ella:
http://parroquiasanpascualaranjuez.blogspot.com/2020/02/la-belleza-de-entregarse-al-amor.html

Nos vemos a finales de septiembre y recuerda que seguiremos por nuestro perfil de Twitter y que ahora es más rápido y sencillo mantener tu parroquia con BIZUM (en la APP de tu banco busca esta opción, marca donar ONG, escribe el identificador 00551 y continúa con los pasos que te indica).

miércoles, 17 de junio de 2020

Orando con Santo Tomás de Aquino: Suma Teológica, Primera parte, c49, art3

Después de varios meses seleccionando nuestro texto para meditar de la Sagrada Escritura hoy regresamos para dejarte la última propuesta antes de las vacaciones. Se trata de unas palabras de Santo Tomás de Aquino, extraídas de su obra Suma Teológica. Corresponden a un pequeño fragmento de la solución, de la cuestión 49, artículo 3, de la primera parte. Puedes leerla entera aquí (página 518 del .pdf):

“No se puede juzgar la bondad de la naturaleza de un ser por su relación a algo particular, sino que hay que juzgarla en sí misma y en cuanto que está ordenada a todo el universo, en el que cada cosa ocupa su lugar perfectamente dispuesto…”

¿Qué nos dice su lectura?

Que el hombre debería tener cautela a la hora de emitir juicios sobre aquello que le acontece, bien sea a título personal, en relación a nuestra familia, amigos o conocidos, así como a nivel de sociedad. Una cosa no puede valorarse como buena o mala en función de cómo me afecte a mí y no se puede culpar a nadie por ello y mucho menos a Dios, quien es perfecto e infinitamente misericordioso.

El mundo y la historia de la humanidad es como un gran puzzle y nosotros sus piezas. Por eso quizá podríamos comenzar cuestionándonos quiénes somos y cuál es nuestra misión en esta vida. ¿Qué espera Dios de nosotros? ¿De qué manera podemos colaborar con su plan para encajar dentro de su obra? 

 ¿Quiero formar parte de ese puzzle o prefiero ser una pieza extraviada? ¿Qué consecuencias trae para el grupo que yo decida perderme?

¿Tú qué prefieres girar la cara a Dios y hacer tu propia vida (sabiendo que no será eterna) o fiarte de Él? En los dos casos estará presente el sufrimiento, la injusticia y la muerte de la que nadie nos libramos, pero desde la fe te será más fácil aceptarlo y encontrar la fortaleza necesaria para apostar por el bien.
El mundo que, en origen, creó Dios era bueno (Cf. Gn 1); pero su obra de salvación no concluyó allí, por eso, en la medida en la que podamos, debemos hacer lo que esté en nuestras manos para llevarla a su perfección por la caridad. 
¡Regresamos a finales de mes para despedir el curso! ¡Te esperamos!

domingo, 31 de mayo de 2020

La alegría del cristiano

En medio de tantas circustancias especiales como estamos viviendo nos parece todo un regalo poder venir a despedir el mes de mayo, en este día en el que coinciden la importante solemnidad de Pentecostés con la visitación de la Virgen María. Y, precisamente, de la mano de aquella que es la Puerta del Cielo y la Causa de nuestra Alegría, venimos a hablarte de este último tema.


La alegría es una emoción natural que podemos sentir en la vida cotidiana, en lo sencillo del día a día. Ahora, que estamos en medio de una pandemia mundial, ante la incertidumbre de una situación de desescalada que no sabemos cómo terminará, y que viene después de que hayamos vivido un duro confinamiento que nos ha tenido 2 meses encerrados en casa y apartados incluso de los sacramentos, seguro que más de uno ha podido encontrarla en cosas tan sutiles como la mirada de un ser querido, en la tranquilidad de nuestro hogar, en el tiempo dedicado a actividades diferentes... y el cristiano además es posible que la haya sentido en esos ratos de encuentro personal con Dios, cuando se ha parado a descansar en Él y a poner en sus manos las preocupaciones que pudiera tener.

El papa Francisco, inspirado en el pasaje del joven rico (Mc 10, 17-27), explicaba en una de sus homilías del mes de mayo de 2018, que la alegría del cristiano no se puede comprar sino que es un don del Espíritu Santo. La definía como la respiración del cristiano y nos decía que para conseguirla no podemos olvidar ni perder la esperanza en lo que nos espera: la salvación y la vida eterna si no nos hacemos esclavos de las cosas del mundo.

Señalaba el pontífice que la alegría no es vivir de carcajada en carcajada sino la paz del corazón que solamente Dios nos puede dar y que es custodiada por la fe. Y nos invitaba a mirar dentro de nosotros y preguntarnos: «¿Cómo es mi corazón? ¿Es pacífico, es gozoso, está en consolación?»

Para vivir la alegría con plenitud es importante que exista equilibrio con otras emociones como la tristeza, el enfado o el miedo. Es natural y sano sentir también estas emociones, experimentarlas y gestionarlas con tranquilidad para que podamos dar sentido a las experiencias que vivimos desde una perspectiva realista, sin dejarnos llevar por la euforia ni por el pesimismo.
 
El amor hacia uno mismo y hacia los demás nos acerca a esa alegría y nos ayuda a vivirla desde la prudencia y la paz de querernos tal y como somos, porque así también nos quiere nuestro creador. 

Fiémonos de nuestro Padre Celesital, acudamos a su Palabra para descubrir en ella cómo debemos permanecer en este mundo, tengamos a Cristo, a María y los santos como referentes y, sobre todo, pidamos al Espíritu Santo que ilumine nuestras oscuridades, nos acompañe en las dificultades, nos consuele en las horas bajas, nos aleje del pecado, nos llene con sus dones y nos ayude, cuando llegue el día, a salvarnos. Hasta entonces... 

¡Vivamos, con la mirada puesta en Dios, buscando la paz interior y la alegría!


domingo, 17 de mayo de 2020

Orando con la Sagrada Escritura. 1 Cor 1, 26-31

Hoy es un día especial para esta parroquia y eso se nota. Es una realidad que no vamos a poder celebrar la fiesta de San Pascual como nos hubiera gustado, con una misa pública y haciendo comunidad, pero damos muchas gracias porque el Señor, que es bueno, nos quiere regalar una oportunidad más de estar unidos por este espacio mientras nos sentamos un ratito a leer y degustar un nuevo texto para meditar.

En esta ocasión, al igual que ya hicimos en marzo y en abril, regresamos con un nuevo texto de la Sagrada Escritura, concretamente el que corresponde a la lectura de la memoria de nuestro santo titular y a quien festejan en la O.F.M. Dice así el apóstol San Pablo en su primera carta a los Corintios:
"Y si no, fijaos en vuestra asamblea, hermanos: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor. A él se debe que vosotros estéis en Cristo Jesús, el cual se ha hecho para nosotros sabiduría de parte de Dios, justicia, santificación y redención. Y así —como está escrito—: el que se gloríe, que se gloríe en el Señor" (1 Cor 1, 26-31)

¿Qué nos dice su lectura?
Que resulta de vital importancia que seamos conscientes de nuestra imperfección pero que, asumiéndola, no dudemos en ponernos al servicio de los demás con toda la humildad que podamos. ¿Cuántas veces no nos creemos más que otro y nos vemos acallados por quien más nos incomoda? ¿Y qué hay de aquellos a los que criticamos porque, considerándolos insignificantes han demostrado que eran capaces de hacer obras mejores que las nuestras? No tengamos nunca afán de superioridad sobre los demás porque nada somos si no es por Dios y, si en algún momento, te llama para algo no te gloríes por ello ya que nunca vamos a ser más que Él (Cf. Jn 15, 20). Lo dice María en su Magnificat (Lc 1, 51-52): "Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón: derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes" y esto se hizo evidente en su elección, en la de los discípulos o en la llamada de tantos santos que han respondido, entre ellos San Pascual. Ningún creyente duda que Dios, en numerosas ocasiones, suele eligir a gente sin estudios ni reconocimiento para llevar a cabo grandes obras.

El cristiano no debe perder nunca la referencia de Cristo. En Él encuentra el camino, la verdad y la vida (Cf. Jn 14, 6). A Él debemos acudir, y no al mundo, cuando necesitemos alivio, cuando estemos cansados o agobiados (Cf. Mt 11, 28). Cuando nos sintamos morir, abramos nuevamente los ojos y busquemos a Jesús Resucitado, con la fuerza de su Espíritu, para seguir adelante. Aprovechemos cada oportunidad de encuentro que se nos dé y aprendamos a vivir en Paz, llenos de amor y derrochando caridad. ¿Cuántas veces, dejándonos llevar por el egoísmo y la soberbia, no vivimos en la disputa, en la discrepancia o en el querer imponernos? ¡Seamos sabios y no caigamos en esa tentación! Honremos y respetemos a quienes dirigen y gobiernan nuestras vidas y, por encima de todos ellos, a Dios para, únicamente, gloriarnos así en el Señor.

Es muy fácil quedarse perdido por los caminos del mundo, quizá por eso nos gustan tanto las cosas terrenas, pero no dejemos nunca de aspirar a experimentar la plena comunión con Cristo a través de la atención al prójimo y nuestra entrega a la Iglesia. Descubramos que es dentro de dicha institución donde Él se nos da en la Eucaristía. Ojalá podamos acogerlo con la mima ilusión y alegría que san Pascual porque tenemos la dicha de saber que morimos con Jesús en la Cruz y ahora tenemos el regalo de poder recibirlo sacramentado. Que nuestros actos no nos ensucien el corazón mientras esperamos su regreso y poder contemplar, ese día, el rostro de Dios.

miércoles, 29 de abril de 2020

Vuelve a Galilea



Se nos escapa abril de las manos y esperamos que en estas semanas te hayas podido encontrar con Cristo resucitado mientras nos preparamos para recibir el mes de mayo. Pero si, por lo que sea, todavía no ha sido así... ¡no dejes de leer!

Una de las invitaciones principales que hace Jesús a sus discípulos el día de su resurrección es que vayan a Galilea. En el Evangelio de Mateo (Mt 28, 10), Jesús dice a las mujeres que acudieron temprano al sepulcro: «No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán». En Marcos (Mc 16, 7) dice el ángel a las mujeres: «él va delante de vosotros en Galilea. Allí lo veréis, como os dijo» y en Lucas (Lc 24, 6), dicen los ángeles a las mujeres: «recordad cómo os habló estando todavía en Galilea…».


 Y ante tanta insistencia puede que te estés preguntando... 

¿Por qué Galilea es tan importante y qué significado tiene para Jesús y sus discípulos?

Galilea es el lugar donde Jesús inició su ministerio público. Es allí, junto al mar de Galilea, también llamado lago de Tiberíades, donde llamó a sus primeros discípulos (Mt 4, 18-22; Mc 2, 13-17; Lc 5, 1-11). En definitiva, fue ahí donde estos tuvieron su primera experiencia de encuentro vital con Jesús y de allí su decisión de dejar todo para seguirlo, de optar por el nuevo Reino que estaba amaneciendo. Galilea es el lugar donde inició todo para ellos. 

Cada uno tenemos nuestros “galileas” particulares, los “galileas” de nuestras vidas: el galilea de tu matrimonio o consagración, el galilea del trabajo, el de tu compromiso social, de tus amistades...¡el galilea de tu fe! Galilea conlleva la vivencia que fue origen de tu opción de vida y es sobre todo la experiencia fundante de la fe, es decir eso que te hizo creer u optar por creer en Dios. Puede ser una experiencia activa como en una catequesis, una misa, o el desenlace de una situación existencial que ha habido en algún momento de la vida; también puede ser una experiencia pasiva, pero no menos importante, como el hecho de pertenecer desde niño ya a una tradición cristiana que desde tempana edad nos nutre y enriquece la vida. 

Y es habitual que ocurra una cosa, que el encanto del inicio pueda llegar a desvanecerse con las dificultades que nos pone la misma vida, y de hecho, hay muchos acontecimientos que nos vienen a decir que esta ilusión del principio era una utopía, una mentira, y que estaba hecho para fracasar porque parece que nada tuviera sentido. Y eso fue lo que ocurrió con la pasión y la muerte de Jesús, que vino a romper con el entusiamo y la alegría de los discípulos, tal como se aprecia en la expresión de los dos que caminaban hacia Emaús: «lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió» (Lc24, 20-21).


La primera actitud que conviene adoptar en estas situaciones consiste en identificar, así como los discípulos de Emaús, Cuándo, cómo y dónde perdí la ilusión. ¿Qué es lo que me hizo pensar o ver que ya no era posible seguir adelante, seguir luchando? ¿Cuándo dejé de creer y tiré la toalla?

El evangelio de san Juan ( Jn 21, 1-14) nos viene a mostrar qué pasó en Galilea después de que hubieran vuelto los discípulos allí, como les pidió Jesús. ¿Qué ocurrió? Pues que tuvo lugar otra pesca milagrosa, como cuando tuvieron su primer encuentro. 

Estando juntos «Simón Pedro les dice: me voy a pescar. Ellos contestan: vamos también nosotros contigo». Y, como aquella vez, no cogieron nada en toda la noche, Jesús se acercó y les pidió pescado pero no tenían. Él dijo que echaran las redes y volvieron a obedecer y, al igual que en la anterior ocasión, cogieron tantos peces que no podían sacar la red. Y fue entontes cuando reconocieron a Jesús que les estaba haciendo revivir y renovaba en ellos esta experiencia del inicio. Es su experiencia de resurrección, la resurrección de la ilusión perdida, el resurgimiento de la alegría y la pasión por recoger la toalla que se había tirado y de volver a emprender el camino.

El proyecto de una vida cristiana no está fundada en la persona del cristiano, ni siquiera en un voluntarismo moralista, sino en la Verdad que es Cristo mismo. Por eso no puede ser una utopía o mentira la ilusión que nace de una experiencia fundante de un proyecto de vida cristiana. Recordemos lo que dice Jesús en Mt 7, 24-25: «el que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca». 
De aquí la segunda actitud: volver a Galilea. Cada vez que entres en crisis con un proyecto de vida, que ya no sepas si seguir o no, cuando todos los vientos te sean contrarios, cuando dudes sobre qué actitud adoptar... ¡vuelve a la experiencia que dio inicio a este proyecto! Si estaba fundada solamente en tus deseos o intereses humanos, puede que haya habido una equivocación desde el principio; pero si está fundada en Dios, en esta experiencia de encuentro, de confianza y de abandono a Él, éstate tranquilo que Dios, el mismo que inició contigo este proyecto, te devolverá la ilusión y la capacidad para llevarlo adelante. Solo confía y deja que te haga revivir.

Esta es la experiencia de nuestra Madre, la Virgen María, en quien siempre tenemos la mirada puesta, que no dejó de creer en la promesa de Dios, que su hijo iba a ser el salvador del mundo como lo había anunciado el ángel, aun cuando ya estaba muerto y sepultado, es decir cuando “humanamente” ya no se podía esperar nada de este proyecto.

Tu vida no es un fracaso, tu fe no es una utopía; Vuelve a Galilea, allí encontrarás al resucitado que te devolverá la ilusión de la primera vez. Y aunque creas que para ti no hubo primera vez... 
¡Nunca es tarde para empezar! 
 ¡Echa a andar!