viernes, 30 de abril de 2021

La Pascua debería ser tiempo de alegría para todos los cristianos por sabernos salvados

El tiempo de Pascua debería ser un tiempo de alegría para todos los cristianos; pero es verdad que, a veces, las cruces que arrastramos (por aquí te retábamos a cargar con ellas) pueden hacernos sentir cansados y agobiados hasta el punto de perder de vista el verdadero motivo de felicidad en el que hemos de sustentar nuestra Vida: Jesús, con su Cruz, quiso enseñarnos que estamos salvados.

Y la verdad es que no deberíamos olvidar nunca que Cristo vino a este mundo para eso y no para juzgarnos (Cf. Jn 12, 47). ¿Significa entonces que puedes hacer lo que te dé la gana porque en su eterna misericordia te lo va a perdonar? NO. Se traduce más bien en que si escuchas la voz del Buen Pastor e intentas cumplir su voluntad (con más o menos aciertos pero batallando como todos) no tienes motivos para vivir angustiado. 

Las mujeres que se dirigían hacia el sepulcro también llevaban sus preocupaciones pero no se detuvieron ante las dificultades y vieron cómo al llegar sus problemas se habían resuelto. Y esto debe animarnos y recordarnos que la mano salvadora se hace presente, que el Señor buscará los medios para que todos podamos dar respuesta a su plan. Por ello debemos vivir con confianza y con esperanza, sabiendo que en los momentos de desolación la Virgen siempre te lleva de la mano y que en la parroquia más cercana siempre encontrarás una comunidad en la que seguro alguien estará dispuesto a prestarte su ayuda para levantarte. Quizá tampoco falta quien, con la crítica y la murmuración que tantas barreras levanta entre nosotros y pone en evidencia nuestra falta de amor, se encargue de darte el puntapié con el que intentar rematarte pero... ¡cree en Dios! Y pídele que te llene de su Espíritu porque Él es la Luz que ilumina tu sendero y, pase lo que pase, quédate en la Iglesia, que es el redil en el que todos nos encontramos con la certeza de saber que estando en ella está Dios y la dirección es la correcta.

¡No temas! ¡No te cierres! Mira las heridas de Cristo que te han salvado, encuéntrate con Él en la debilidad y anímate a salir a la calle a transmitir el Evangelio.

¡Qué bueno sería que en nuestro caminar cotidiano nos moviera siempre el intento de reflejar a Cristo Resucitado en cada una de nuestras acciones! ¿Tú vida ilumina la de aquellos que tienes cerca o eres de esas personas que se dedican a enjuiciar y menospreciar a los demás con facilidad? ¿Te dedicas a pulir tus virtudes o prefieres censurar (e incluso inventar) los defectos de tu prójimo? ¡Piénsalo hasta la siguiente entrada y, si quieres, cuéntanos!

sábado, 17 de abril de 2021

Orando con Santa Teresita de Lisieux: Historia de un alma, manuscrito c, capítulo 10, 6rº

Sigue avanzando el año, estamos felices al sabernos salvados por la Pasión, Muerte y Resurreción de Cristo y a la luz del fuego del Espíritu nos gustaría dejarte, como cada día 17, un nuevo texto para meditar. 

Santa Teresita de Lisieux
Office de Lisieux (1940), Public domain, via Wikimedia Commons

En esta ocasión hemos querido elegir unas palabras de Santa Teresita de Lisieux, concretamente el capítulo 10, del manuscrito C, recogido en Historia de una Alma, obra autobiográfica que puedes leer completa aquí: https://es.catholic.net/catholic_db/archivosWord_db/historiadeunalma.pdf.

"Esto  no  es  una  historia inventada por un habitante del triste país donde me encuentro, sino que es una verdadera realidad, porque el Rey de aquella patria del sol radiante ha venido a vivir 33 años [6rº] en el país de la tinieblas. 

Las tinieblas, ¡ay!, no supieron comprender que este Rey divino era la luz del  mundo...  Pero  tu  hija,  Señor,  ha  comprendido  tu  divina  luz  y  te  pide perdón  para  sus  hermanos.  Acepta  comer  el  pan  del  dolor  todo  el  tiempo que tú quieras, y no quiere levantarse de esta mesa repleta de amargura, donde comen los pobres pecadores, hasta que llegue el día que tú tienes señalado... ¿Y no podrá también decir en nombre de ellos, en nombre de sus   hermanos:   Ten   compasión   de   nosotros,   Señor,   porque   somos pecadores...? ¡Haz, Señor, que volvamos justificados...! Que todos los que no viven  iluminados  por  la  antorcha  luminosa  de  la  fe  la  vean,  por  fin, brillar..."

¿Qué nos dice su lectura? 

Estas palabras nos llevan a pensar en aquellos que, alejados de la fe, todavía a día de hoy siguen pensando que Cristo es una invención de la Iglesia. ¡Qué equivocados están y qué necesaria es nuestra misión evangelizadora! Más bien podríamos decir que la fundación de la Iglesia es, después de su muerte en la Cruz, la mejor obra que nos dejó Cristo.

Jesús, para Teresita el Rey de aquella patria del sol y para nosotros el mismo Dios hecho hombre, se encarnó en la Virgen María y desde su nacimiento se esmeró por aceptar y dar respuesta a la voluntad del Padre para él. ¿Qué le pidió? Ofrecer su propia vida por la salvación de todos y cada uno de nosotros. ¡También por ti que nos estás leyendo, aunque a veces te pueda costar creerlo! Y todo ello lo hizo exclusivamente por AMOR, esa vocacion que también supo descubrir la joven y fecunda Santa.

¿Y qué imaginas que te puede pedir el que es la luz del mundo en medio de tus oscuridades? ¿Qué corona crees que te va a dar? No esperes una que no sea de espinas.

Ojalá que en medio del triste país o las tinieblas, que es nuestro mundo y el valle de lágrimas en el que todos hemos de vivir nuestro destierro particular, el Señor nos ayude a descubrir y comprender que no nos veremos llenos de gloria si no pedimos perdón por nuestras caídas y si no somos capaces de perdonar a los que nos ofenden. Y Dios quiera también que, cada día, nuestra vida, arraigada en la fe, mantenida en la esperanza y desarrollada en la caridad, sea imagen del Resucitado y anime a brillar como Él a los que tenemos cerca. 

¡No olvides que la llamada a la santidad es una llamada universal! ¡Nos vemos a finales de mes!