viernes, 29 de marzo de 2019

¿Buscas ser feliz y vivir en paz? ¡Practica la caridad!

Seguimos avanzando y un mes más regresamos por aquí. ¿Preparado para descubrir una nueva propuesta dentro de ese plan para imitar a Jesús?

En febrero te invitábamos a Amar y para ello te proponíamos contemplar, meditar y actuar (si no leíste la entrada puedes verla ahora aquí). Hacer eso, con el corazón dispuesto y en conexión con Dios, no es otra cosa sino orar.
 
La oración es un ejercicio muy bueno que, además de relajarte, alimenta el espíritu. Es algo que se nos recomienda practicar de manera especial durante la Cuarema, para que a través de ella podamos encontrar a Dios y convertirnos. Es tiempo para observar y para que te dejes mirar por el Creador; para descubrir su mirada en cada hermano y aprender a mirar como Él, porque una mirada suya bastará para convertirte y hacer que creas en el Evangelio, en la Buena Noticia. Es un tiempo para fijarte en lo que vives, en aquello que ves. No sabemos si tendrás que dejar de comer, pero sí que si elijes como estilo de vida el que practicó Jesús serás capaz de tener más bondad y amor con el prójimo. En definitiva, te resultará más fácil prácticar la caridad que es la tarea elegida para este mes.


Ya hace tiempo te hablábamos de esta virtud teologal, te decíamos que debería ser la principal en un cristiano. De ella hace Jesús su mandamiento nuevo, porque con la caridad aseguramos nuestra capacidad de amar.

El pasado día 14 se meditaban en el oficio de lecturas unos fragmentos de una homilía de San Asterio de Amasea que nos gustaría traer hasta aquí, comenzaba así:
"Si queréis emular a Dios, puesto que habéis sido creados a su imagen, imitad su ejemplo. Vosotros, que sois cristianos, que con vuestro mismo nombre estáis proclamando la bondad, imitad la caridad de Cristo."
¿Por qué debemos tomar ejemplo de la caridad de Cristo? Pues porque, como se indica en el Catecismo (CEC 1829), la caridad tiene por frutos el gozo, paz y misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión

¿Y quién no desea todos estos beneficios? Cualquier persona que busque la felicidad no podrá encontrarla volviendo la cara a la generosidad. Se vive más contento cuando uno levanta la vista y decide a ayudar al que tiene al lado para que pueda afrontar (y tal vez resolver) sus problemas. ¿A cuántos no atendió el propio Jesús a lo largo de su vida pública? ¿A cuántos no nos sigue regalando auténticos milagros, aunque muchas veces no los reconozcamos como tales o no los valoremos? ¿A cuántos te has ofrecido tú para hacer realidad ese dicho que reza "obras son amores y no buenas razones". No olvides nunca que Dios te invita a colaborar de manera activa en su plan para construir un mundo más bello y mejor; pero recuerda, también, que no es una tarea fácil.


No esperes a que te visite tu propia Pasión para acordarte de Jesús, es cierto que a veces es ante la soledad, la enfermedad o el sufrimiento cuando nos damos cuenta de que necesitamos a Dios pero... ¡míralo también cuando la vida te sonría! ¡Dale gracias cuando las cosas te vayan bien! ¡Y pídele que te haga capaz de imitarlo, de ser su instrumento y no dudes en refugiarte en la manos de la Virgen si la tarea se te hace cuesta arriba! Y una vez que descubras la tarea en la que quiere que te impliques, no lo dudes y sé como ese Cirineo, ayuda a los demás a cargar sus cruces y estarás haciendo más livianas las tuyas y compartiendo la del Señor.

No esperes que hoy te hablemos más de la caridad, lo que queremos es que la practiques. ¿Quieres descubrir qué es lo que tienes que hacer? Recuerda los consejos del mes pasado, ¡haz silencio, deja que Dios te hable y ponte en marcha después! ¿Y por último? ¡Escribe un comentario y cuéntanos cuál ha sido esa acción con la que has intentado imitar a Jesús!
- Palabras
+ Acción
Nos vemos en abril y, hasta entonces, ya sabes lo que nos dice la Sagrada Escritura: 
Si uno tiene de qué vivir y, viendo a su hermano en necesidad, le cierra sus entrañas, ¿cómo va a estar en él el amor de Dios? Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. (1Jn 3,17-18)