lunes, 30 de marzo de 2020

Camino hacia la Pascua con el Papa Francisco



Se nos va marzo de entre las manos pero hoy, antes de nada, queremos dar gracias porque, a pesar de la situación de tribulación que estamos viviendo, podemos estar por aquí como hacemos habitualmente.

Y venimos a compartirte, después de quedar enmudecidos el otro día en ese momento extraordinario de oración con el Santo Padre Francisco y de recibir la bendición "Urbi et orbi" (te dejamos un enlace al vídeo por si te lo perdiste o quieres volver a verlo), unas reflexiones el torno al mensaje que el mismo redactó para la Cuaresma de este año.


«En nombre de Cristo os suplicamos: ¡reconciliaos con Dios!» 2 Co 5,20

Estamos en el transcurso del tiempo de Cuaresma, «tiempo propicio» que el señor nos ofrece para prepararnos a vivir con un corazón renovado el misterio pascual. 

Así inicia la carta del santo padre para la cuaresma: «La alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús» 

El punto de partida para vivir este tiempo de gracia es la escucha y la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús. Recuerda que lo que da sentido a la vida cristiana y razón de ser a este tiempo de preparación es el misterio pascual, que el papa expresa como el misterio de «un amor tan real, tan verdadero y tan concreto». Por lo que la primera invitación de este tiempo es: fíjate en el amor de Dios por ti, descubre cuanto te ama, déjate amar.

Lo primero en lo que debes pensar en este momento no es en cómo convertirte, no fijes la mirada en ti, en tu flaqueza, sino en el amor incondicional de Dios, porque sin este saberse y sentirse profundamente amado, acogido y perdonado, no es posible una verdadera conversión, que nace del encuentro vital con Dios:

«La experiencia de la misericordia, efectivamente, es posible sólo en un «cara a cara» con el Señor crucificado y resucitado “que me amó y se entregó por mí” (Ga 2,20). Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo».

¿Qué hay mejor que acercarse a aquel que sabemos que nos ama profundamente y dejarnos, en el cara a cara, en el dialogo de corazón a corazón, de amigo a amigo, perdonar por Él y reconciliarnos con Él? Aquí descubrimos la importancia de la oración para este tiempo de cuaresma, que no es un mero deber o cumplimiento, sino «el dialogo de salvación» entre los que nos sabemos amados y Aquel que nos ama. Es el encuentro en el que Dios penetra en lo más profundo de nuestro interior para transformarnos desde dentro, para que nos convirtamos cada vez más a Él y a su voluntad.

Por eso concluye así el santo padre: «Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez»

Pues en esta Cuaresma tan singular que nos ha tocado vivir, no pierdas la fe ni la esperanza. Siéntete profundamente amado por Aquel que te ha creado, confía en Él, en su Palabra, pídele que derrame sobre ti la gracia de su Espíritu y espera con paciencia que todo esto pase Renuncia libremente, y con la mayor alegría que puedas, a todo aquello que la situación te imponga. Sé generoso contigo mismo y, sobre todo, con los demás porque ahora, más que nunca, necesitamos animarnos unos a otros y sentirnos ceranos a pesar de la distancia. Permanece unido a los tuyos a través de la oración.

Si quieres leer el mensaje del Santo Padre Francisco completo puedes encontrarlo aquí:

Y recuerda...

«Nunca serás más herido por la vida que amado por Dios, nunca».
André Daigneault: el camino de la imperfección.
 

martes, 17 de marzo de 2020

Orando con la Sagrada Escritura. Salmo 37 (36), 3-6

Seguimos avanzando en el tiempo de Cuaresma, días en los que debemos aprovechar para practicar con intensidad todas esas cosas que te propusimos a lo largo del 2019 para imitar a Jesús. También es buen momento para contemplarlo, conocer mejor cómo fue su vida y descubrir qué supuso para el hombre su entrega. Es, en definitiva, una fantástica oportunidad para la conversión y empezar a buscar a aquel que es nuestro Camino, Verdad y Vida a través de la oración, el ayuno y la limosna.

Por eso venimos hoy a compartir contigo un nuevo texto con el que parar a meditar mientras ayunas de estar un rato con los amigos. Y además te permitirá practicar la caridad si después te animas a dejarnos un comentario compartiendo con los demás lo que has descubierto de la Palabra después de ese ratito de oración. Se trata de los versículos de uno de los poemas oracionales que recoge el microcosmos bíblico del Salterio, del Salmo 37 (36), 3-6.


"Confía en el Señor y haz el bien,
para habitar en tu tierra y vivir tranquilo;
busca en el Señor tus delicias,
y Él te dará lo que tu corazón desea.
Confía al Señor toda tu vida
y fíate de Él, que Él sabrá lo que hace:
hará que luzca tu justicia como la aurora
y que tu derecho resplandezca como el mediodía."

¿Qué nos dice su lectura?
Así de sencillo y así de difícil, el Señor se nos ofrece en la sencillez más absoluta, y precisamente por eso nos cuesta tanto estar con Él.

Ese dejarse hacer ante su presencia parece inexistente, nuestra mente se ha habituado a funcionar en un mundo complejo, en el que intentamos solucionar todo a través de discurrir. Pero ahora se nos pide confianza, dejar partir los pensamientos y apreciar Su presencia con sentimiento amoroso desde nuestro silencio interior.

Y ese silencio interior no llegará si, como comentábamos al meditar la senda del Monte Carmelo, espíritu de perfección,  no buscamos la nada, el abandono total para, únicamente, encontrarnos con Él.



Que todo lo que hagas en la vida sea, por la fe, para mayor honra y gloria de Cristo. Que siempre anhelemos buscar su Paz y no dejemos de desear asemejarnos cada día más a Dios. Que cumplir sus preceptos sea nuestra mayor ilusión y no perdamos nunca la esperanza de alcanzar la salvación porque, su entrega voluntariamente aceptada, su pasión y cruz no fueron sino una muestra de su amor y el deseo que tiene de que confiemos en Él aunque a veces no entendamos nada.

Él sabe lo que hace