Estamos a punto de despedir un nuevo mes y esperamos que lo hayas pasado entregado al Amor, pero no a un amor cualquiera sino al verdadero Amor, a ese que se escribe con mayúsculas: a Dios.
El primer domingo de febrero, coincidiendo con la fiesta de la Presentación del Señor, celebrábamos la jornada dedicada a la vida consagrada y recordábamos,
en la monición de entrada propuesta por la Conferencia Episcopal
Española, que "los consagrados ofrecen el testimonio vivo de que Dios
está presente en todo lugar y época, de que su amor llega a todos los
rincones de la tierra y del corazón humano." Pero no te creas que esa entrega es exclusiva y limitada... No.
Además de la belleza que supone entregarse por completo y con radicalidad, bien sea a través de la vida religiosa, de la vida contemplativa o de cualquier otra forma... hay una opción que es entregarse a Dios a través del amor comprometido con otra persona. ¿Te imaginas ya de qué queremos hablarte? Sí, efectivamente, del matrimonio.
Así que si eres de los que tienen una persona con la que compartir tu vida y aprovechaste para festejar por todo lo alto el día San Valentín, o estuviste participando con nostros en los cursillos prematrimoniales del Arciprestazgo de Aranjuez, atrévete ahora también a tomarte en serio esa misión de poner a Dios en medio de ti y tu pareja y recuerda que:
- El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo y no pasajero (CCE 1646).
- El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos (CCE 1645).
Puede parece difícil, incluso imposible, unirse para toda la vida a un ser humano (CCE 1648) pero no lo es. Y continúa diciendo el catecismo de la Iglesia Católica, en ese mismo punto, que "por ello es tanto más importante anunciar la buena nueva de que Dios nos ama con un amor definitivo e irrevocable, de que los esposos participan de este amor, que les conforta y mantiene, y de que por su fidelidad se convierten en testigos del amor fiel de Dios".
Si estás a punto de recibir el sacramento del matrimonio en los próximos meses recuerda que:
El sacramento del Matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna (cf. Concilio de Trento: DS 1799). (CCE 1661)
¡Nos vemos en marzo! ¡Sigue amando!