Se acabó el tiempo de descanso y aquí venimos con una nueva publicación. ¿Y de qué queremos hablarte hoy? Pues... ¡del trabajo, del mucho trabajo que solemos tener! ¿Por qué será que al acabar los periodos vacacionales es tan frecuente sentir tristeza porque esto último es lo que dirige nuestras vidas? ¿Será porque el mundo actual ha hecho del dinero un objeto al que dar culto y lo ha convertido en un nuevo becerro de oro?
Lo cierto es que, ya en el Génesis, Dios anunció que el hombre, entendido como género humano o humanidad representada en Adán y Eva, debería ganarse el pan con el sudor de su frente (Cf. Gn 3,19) y por eso hoy queremos plantearte una pregunta: ¿Crees que tú, verdaderamente, estás llevando a cabo el trabajo que se espera de ti? Ya te respondemos que solo Dios tiene la certeza total a esta cuestión pero tal vez pueda ser bueno que pares un momento a cuestionarte sobre ello.
¿El trabajo que realizas es agradable a los ojos de Dios o te traes entre manos asuntos oscuros? ¿Vives para trabajar o trabajas para vivir? ¿Te hace feliz la tarea que realizas?
Un trabajo hecho con agrado, que alegra el corazón y ayuda a construir un mundo mejor, es signo de presencia Divina y señal de que el Señor quiere contarte entre los elegidos. El evangelista san Mateo, a través de la imagen de la Viña (Mt 20, 1-16; 21, 28-32), nos ha intentado enseñar qué debemos hacer para alcanzar el Reino de Dios.
Todos recibimos esa llamada personal de parte del dueño de la viña porque Él, en su afán, sale y una otra vez a buscarnos y darnos la oportunidad de que decidamos si queremos colaborar o no en su plan. La respuesta que tú le quieras dar es, en exclusiva, responsabilidad tuya y no de cualquier otra persona, institución, moda o cosa.
¿Qué tarea se espera que hagamos los que nos hacemos llamar cristianos? Cualquiera que no se oponga a ningún mandamiento y que tenga un fin bueno. Lo importante es que aceptemos el reto encomendado con un sí confiado como el de María y que respondamos igual que Ella antes las necesidades que veamos. De nada sirve quejarse o entrar a valorar si es justo o no lo que se tiene. Si tienes un trabajo que no te agrada siempre puedes parar, con mucha paz, a replantearte la situación y buscar otro camino que sea mejor. Si no encuentras alternativa es porque tu Creador debe querer eso para ti o al menos así lo está consintiendo en estos momentos para ponerte a prueba. En cualquier caso, por mucho que te pueda deseperar, no te preocupes porque también de eso sabrá sacar cosa buena. El premio a un trabajo bien hecho será tu salvación y el valor añadido que te vas a llevar será el tiempo de conocimiento y vivencia de Cristo regalados. ¡Tú decides si quieres seguirle desde niño, en la etapa intermedia de tu vida o esperar a la vejez y que pueda ser tarde!
El trabajo, aunque te pueda parecer una esclavitud, siempre es una oportunidad maravillosa para vivir y experimentar tu libertad. Mira siempre a Dios como aquel que quiere liberarte y quizá esa mirada te ayude a descubrir el gran amor que te tiene. Ofrécele desde hoy, como prueba de amor, todos los servicios que realices.
El mundo necesita que:
- Trabajemos juntos.
- Cada uno se encargue (de verdad) de hacer su parte lo mejor que sepa, corrigiendo al prójimo si es necesario y, sobre todo, dejándonos corregir. ¿Recuerdas que te animábamos a pensar en la importancia de la sana justicia en la propuesta de texto para meditar de Hildegard von Bingen? ¡Practícala!
- Sepamos perdonar cuando aparezcan las equivocaciones, que es lo que hace Dios con nosotros (por aquí puedes leer una entrada en la que te contábamos que el amor y el perdón son esenciales para la reconciliación).
- Rememos en la misma dirección y mirando por el bien común y no con la única finalidad de buscar el beneficio propio.
Y nunca olvides que ese mundo comienza con lo que tengas más cerca: tu familia, tus amigos, tu trabajo, tu comunidad parroquial... ¡trabaja el sentido de pertenencia, hará que te resulte más fácil comprometerte! Siéntente parte activa de aquellos grupos a los que te hayas unido, pregunta al responsable si puedes ayudar en algo y anímate a colaborar. No seas como esa persona de la que no se habla porque quiere quedar bien con todos y por ello no se implica en nada.
¡Ah! Por cierto, recuerda que anunciar el Evangelio y la Buena Noticia de la Salvación del hombre no es únicamente tarea de curas y monjas. ¡También es cosa tuya y para eso siempre se necesitan voluntarios! Si no es mucho pedir... ¡anímate al menos a difundir esta publicación con tus amigos! Y si lo que te apetece es colaborar más activamente escribiendo para este rincón virtual... ¡Contáctanos, contamos contigo! :)