domingo, 31 de enero de 2021

Ama a Dios sobre todas las cosas y no adores a nadie más que a Él

En esta nueva entrada del blog de nuestra parroquia queremos hablarte de algo que nos parece esencial en la vida de todo cristiano: la adoración.

"La adoración es el primer acto de la virtud de la religión. Adorar a Dios es reconocerle como Dios, como Creador y Salvador, Señor y Dueño de todo lo que existe, como Amor infinito y misericordioso. “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás culto” (Lc 4, 8), dice Jesús citando el Deuteronomio (6, 13)" (CCE 2096).

El primer mandamiento de la Ley de Dios ya nos dice: "Amarás a Dios sobre todas las cosas". Y amar extremadamente algo o a alguien es adorar. ¡Mucho cuidado con lo que amas de esa manera! ¡Solo debemos adorar a Dios! Se podría decir que el Señor nos ha adorado a nosotros desde el principio de los tiempos porque la historia de la Salvación es una historia de verdadero amor, de amor entregado, de amor consumado... de amor eterno.

Ese sentimiento amoroso del Padre por cada uno de los hombres fue el que le llevó, a través de la persona del Espíritu Santo, a encarnarse en María "la Virgen"; y hacerse hombre en la persona de su Hijo, Jesucristo, para entregarse en la Cruz por el perdón de nuestros pecados. Una vez resucitado ha querido permanecer entre nosotros haciéndose presente en cada Eucaristía.

Y tú... ¿eres consciente de esa presencia verdadera, real y substancial de Cristo en el Santísimo Sacramento?

Vamos, en palabras más de hoy y adaptadas a la gente que comienza a acercarse a la Iglesia o todavía anda un poco alejada (que no sabemos si puede ser tu caso), que Dios desde el principio ha sido un poco Juan Palomo y ha funcionado al estilo "yo me lo guiso y yo me lo como". Él mismo, es que se nos ofrece en la Comunión y en el que está presnte en las tres personas de la Santísima Trinidad (si te apetece que quizá algún día dediquemos una entrada a este tema déjanos un comentario, o si tienes interés en algún otro anímate a proponerlo también, no te dé vergüenza), se ha encargado de dar forma a todo lo que tenemos y conocemos. Por eso, por todo lo bueno que nos ha concedido (nos concede y nos concederá), debemos reconocerlo vivo y como el Amor de los amores, sin  dejar de honrar nunca, con la vida que nos regala, al Rey de la gloria, al Rey de reyes. 

Dios nos amó primero y lo justo sería que también nosotros correspondiéramos en la medida de nuestras posibilidades, sabiendo que nada podemos si no es por la Gracia que de Él emana. 

"Adorar a Dios es reconocer, con respeto y sumisión absolutos, la “nada de la criatura”, que sólo existe por Dios. Adorar a Dios es alabarlo, exaltarle y humillarse a sí mismo, como hace María en el Magníficat, confesando con gratitud que Él ha hecho grandes cosas y que su nombre es santo (cf Lc 1, 46-49). La adoración del Dios único libera al hombre del repliegue sobre sí mismo, de la esclavitud del pecado y de la idolatría del mundo." (CCE 2097)

Acudir a visitar a Jesús Sacramentado, en los tiempos de Exposición del Santísimo que la Iglesia nos regala es una bendición para Él y, sobre todo, para nosotros. No es comparable, por supuesto, con el hecho de poder participar en la celebración de la Santa Misa y llevarte dentro de ti un cachito de Él, pero sí resulta un privilegio enorme tener la oportunidad de poder saciarnos espiritualmente del Pan de Vida que Dios, a través de las manos de los sacerdotes, quiere ofrecernos cada día. ¿Tú vas a dejar pasar esa oportunidad? Nosotros queremos animarte a que cualquier jueves vengas a saludar al mismo Dios al templo del convento de San Pascual (el santo de la adoración).

Nos recuerda el catecismo que "la primera llamada y la justa exigencia de Dios consiste en que el hombre lo acoja y lo adore" (CCE 2084). ¡Atrévete a dar ese primer paso! ¡Intenta adorarlo como Él a ti!

¿Por qué no ofrecerle ese pequeño gesto de amor? 5 minutos bastan aunque, si te animas a hacerte un adorador, 30 pueden ser mucho mejor. Prueba la experiencia en la parroquia que tengas más cerca y si te gusta no dudes en contactar con los responsables de organizar los turnos para comprometerte más seriamente. 

Y si los elegidos fuéramos nosotros... cosa que nos alegraría... ¡no lo dudes y contáctanos! Bien sea por aquí, en el correo electrónico, acercándote al centro parroquial en horario de despacho o pasando a la sacristía después de cualquier misa (o la bendición y reserva de los jueves). ¡Te esperamos!

¡Dios te bendiga!

domingo, 17 de enero de 2021

Orando con la Sagrada Escritura. 1Cor 2, 1-5

Nunca es mal momento para sentarse a hacer un rato de oración y para esta ocasión la lectura que nos ha inspirado y llevado a la reflexión han sido estos versículos de la primera carta a los Corintios:
 

"Yo mismo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y este crucificado. También yo me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios."   (1 Cor 2, 1-5)


¿Qué nos dice su lectura?

A nosotros estas palabras nos han hecho pararnos a mirar la humildad con la que san Pablo se presenta a la comunidad de Corinto y a releer esta entrada en la que hablábamos sobre dicha virtud. Al hablarles los dice que no ha llegado a ellos con el prestigio de la palabra o de la sabiduría para anunciar el misterio de Dios. El Apóstol lo que expresa es que lo único que conoce es a Jesucristo y crucificado precisamente. Y resulta llamativo porque eso le resultó suficiente para llevar a cabo su misión y no quiso saber nada más.

¿No podría ser esta actitud para nosotros una llamada permanente, un toque de atención, a no dejarnos engreir por el prestigio o la sabiduría? ¿Cuántas veces no trabajamos únicamente por nuestra vanagloria y no por ensalzar el nombre de Dios?

Quizá todos deberíamos aplicarnos esta reflexión como principio de actuación y no querer saber nada más que a Cristo en la Cruz. 

En la imagen del crucificado de la película de la Pasión de Mel Gibson vemos el anonadamiento de Jesús quien desfigurado no parecía hombre (Cf. ls 52,14). ¡Hagámonos nada nosotros también! Porque, como comentábamos por aquí, en el abandono total encontraremos todo pero, para ello, antes es necesario que nos hagamos dóciles al Espíritu Santo.