sábado, 27 de febrero de 2021

Amar es querer siempre lo mejor para los demás y eso desea darte Dios a ti

Hoy, como tantas veces, nos alegramos de regresar por este rincón y agradecemos que vayas a dedicar unos minutos de tu preciado tiempo para leer esta publicación con la que queremos celebrar nuestro quinto aniversario bloguero. Sí, sí, parece casi mentira pero ya llevamos cinco años de presencia en la red.

En nuestra bienvenida comentábamos que uno de nuestros objetivos era invitarte a descubrir el amor de Dios y siempre hemos mantenido la esperanza de estar siendo unos buenos instrumentos suyos para que tú también puedas enamorarte de Él y te animes a transmitir con nosotros la alegría del Evangelio.

En febrero de 2020 quisimos hablarte un poco del matrimonio y la belleza de entregarse al amor comprometido con otra persona y, teniendo en cuenta la relación esponsal que guarda Cristo con su Iglesia (de la que todos los católicos somos miembros), nos gustaría centrarnos un poco en lo que significa ese darse al otro.

Cuando hablamos del amor normalmente nos ceñimos a su definición como: "sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona o cosa a la que se DESEA TODO LO BUENO". Y eso último es lo que quizá deberíamos destacar porque... ¿qué es amar sino querer lo mejor para los demás? ¡Pues recuerda que eso será el plan de Dios para ti!

Desde el inicio de la religión y como pilares universales nos dejó Jesús estos mandamientos: “Amarás a Dios sobre todas las cosas” y “Amarás  a tu prójimo como a ti mismo.” Sus significados lógicos serían poner a Dios en la cúspide de nuestras vidas y después amar a los demás como a nosotros mismos. Esto casi tendría que ser una Ley Universal pero que lejos estamos a veces de esa meta. ¡Así seguramente serían más sencillas y fáciles las cosas en nuestras vidas! No perdamos nunca esta brújula en nuestras vidas, su rumbo es el adecuado. Aunque en determinados momentos nos cueste amar a nuestro prójimo como a nosotros, es importante esforzarnos y conseguirlo, puesto que el resultado final es llegar a una vida sin odio. 

Posiblemente con las siguientes palabras de San Pablo podríamos resumir lo que significa el Amor:

“…El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no es presumido ni se envanece; no es grosero ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor; no se alegra con la injusticia, sino que se goza con la verdad. El amor disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites…” (1 Cor 13, 4-8)
Dios nos hizo amar y ser amados. Desde el momento en el que comienza una nueva vida ya amamos y nos aman. Sin conocer, sin ver, como ocurre con el amor a Dios.

No nos hace falta mirar los ojos del bebé que lleva dentro una mamá para saber que ella ya lo ama con locura y que ese bebé siente ese amor. Igual que nosotros con el Padre, no necesitamos tocarlo, ni verlo, ni olerlo, pero quien conoce esta forma de amar sabe que está ahí, que existe y que no hay mejor sensación que la de sentirlo. Por ello, aunque a veces podamos dudar de que nos cuida y sabe lo mejor para cada uno de nosotros, el amor de Dios siempre está y estará para nosotros, aunque como personas queramos llevarlo al campo de nuestra realidad, es tan grande que no puede caber en un pensamiento.
 

Tenemos suerte de vivir en un mundo donde hay cabida para el Amor Universal porque, no seamos ingenuos, el amor está presente en cualquier ámbito de nuestra vida y podemos conseguir verlo en los actos más cotidianos: donde una madre se preocupa por sus hijos, un hermano vela porque su otro hermano no tenga problemas, amor es una pareja donde incondicionalmente uno cuida del otro. 

En definitiva, encontramos distintos tipos de amor: fraternal, maternal, marital… y, el más importante, que abarca todos los demás, el AMOR de Dios por cada uno de nosotros. Demos gracias por su fidelidad, recordemos su entrega al contemplar cualquier imagen de Cristo o al descubrirlo presente en la Eucaristía. ¿Hay mayor milagro de amor?

Y, por supuesto, no olvidemos tampoco a Nuestra Madre, la Virgen María, porque Ella siempre será el mejor ejemplo de amor incondicional. 

¡Nos vemos en marzo, no dejes de amar! 

¡Dios te bendiga!

miércoles, 17 de febrero de 2021

Orando con la Sagrada Escritura. Mc 2, 18-22

Hace años te proponíamos buscar a Cristo a través del ayuno, la limosna y la oración. Si te apetece puedes releer por aquí esa publicación. Y esta Cuaresma queremos ofrecerte para meditar un nuevo texto de la Sagrada Escritura en el que, precisamente, se alude a ese ayuno.

Esperamos que disfrutes del ratito de oración. Y si luego te animas a hacer un donativo a la parroquia, para ayudar a los más necesitados, recuerda que ahora es más cómodo con BIZUM. De momento por aquí te dejamos ya los versículos del evangelista Marcos escogidos para la ocasión:

"Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vinieron unos y le preguntaron a Jesús: «Los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan. ¿Por qué los tuyos no?». Jesús les contesta: «¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos? Mientras el esposo está con ellos, no pueden ayunar. Llegarán días en que les arrebatarán al esposo, y entonces ayunarán en aquel día. Nadie echa un remiendo de paño sin remojar a un manto pasado; porque la pieza tira del manto —lo nuevo de lo viejo— y deja un roto peor. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos; porque el vino revienta los odres, y se pierden el vino y los odres; a vino nuevo, odres nuevos»." (Mc 2, 18-22)

 ¿Qué nos dice su lectura?

Que las cosas no se deben hacer por rutina, porque siempre se han hecho así, sino que hay que darles un sentido. El sentido que tiene hacer ayuno es purificarnos y solidarizarnos con las personas que pasan necesidad, sentir lo duro que es tener hambre y no tener nada para alimentarse; amén de que es imprescindible para la vida.

Con respecto a la pregunta de Jesús "¿Es que pueden ayunar los amigos del esposo, mientras el esposo está con ellos?". Entendemos que se refiere a que hay un tiempo para todo: "Tiempo de nacer, tiempo de morir; tiempo de plantar, tiempo de arrancar; tiempo de matar, tiempo de sanar; tiempo de destruir, tiempo de construir; tiempo de llorar, tiempo de reír; tiempo de hacer duelo, tiempo de bailar; tiempo de arrojar piedras, tiempo de recogerlas; tiempo de abrazar, tiempo de desprenderse; tiempo de buscar, tiempo de perder; tiempo de guardar, tiempo de arrojar; tiempo de rasgar, tiempo de coser; tiempo de callar, tiempo de hablar; tiempo de amar, tiempo de odiar; tiempo de guerra, tiempo de paz." (Eclo 3, 2-8). Y a los discípulos en ese momento les tocaba disfrutar de la compañía de Jesús y aprender de sus enseñanzas para ponerlas en práctica. Ya nada sería igual para ellos porque el encuentro con Jesús da un nuevo sentido a tu vida; por tanto rompe con lo antiguo "a vino nuevo, odres nuevos".

¡Pidamos hoy a Dios esa conversión!

Señor, yo quiero ser ese odre nuevo, para que ese vino nuevo que es tu Palabra, se instale en mí y permanezca para siempre; que aunque mi cuerpo envejezca, mi espíritu se mantenga siempre joven. Amén.