Hoy, como tantas veces, nos alegramos de regresar por este rincón y agradecemos que vayas a dedicar unos minutos de tu preciado tiempo para leer esta publicación con la que queremos celebrar nuestro quinto aniversario bloguero. Sí, sí, parece casi mentira pero ya llevamos cinco años de presencia en la red.
En nuestra bienvenida comentábamos que uno de nuestros objetivos era invitarte a descubrir el amor de Dios y siempre hemos mantenido la esperanza de estar siendo unos buenos instrumentos suyos para que tú también puedas enamorarte de Él y te animes a transmitir con nosotros la alegría del Evangelio.
En febrero de 2020 quisimos hablarte un poco del matrimonio y la belleza de entregarse al amor comprometido con otra persona y, teniendo en cuenta la relación esponsal que guarda Cristo con su Iglesia (de la que todos los católicos somos miembros), nos gustaría centrarnos un poco en lo que significa ese darse al otro.
Cuando hablamos del amor normalmente nos ceñimos a su
definición como: "sentimiento de vivo afecto e inclinación hacia una persona o
cosa a la que se DESEA TODO LO BUENO". Y eso último es lo que quizá deberíamos destacar porque... ¿qué es amar sino querer lo mejor para los demás? ¡Pues recuerda que eso será el plan de Dios para ti!
Desde el inicio de la religión y como pilares universales nos dejó Jesús estos mandamientos: “Amarás a Dios sobre todas las cosas” y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.” Sus significados lógicos serían poner a Dios en la cúspide de nuestras vidas y después amar a los demás como a nosotros mismos. Esto casi tendría que ser una Ley Universal pero que lejos estamos a veces de esa meta. ¡Así seguramente serían más sencillas y fáciles las cosas en nuestras vidas! No perdamos nunca esta brújula en nuestras vidas, su rumbo es el adecuado. Aunque en determinados momentos nos cueste amar a nuestro prójimo como a nosotros, es importante esforzarnos y conseguirlo, puesto que el resultado final es llegar a una vida sin odio.
Posiblemente con las siguientes palabras de San Pablo podríamos resumir lo que significa el Amor:
“…El amor es comprensivo, el amor es servicial y no tiene envidia; el amor no es presumido ni se envanece; no es grosero ni egoísta; no se irrita ni guarda rencor; no se alegra con la injusticia, sino que se goza con la verdad. El amor disculpa sin límites, confía sin límites, espera sin límites, soporta sin límites…” (1 Cor 13, 4-8)
No nos hace falta mirar los ojos del bebé que lleva dentro una mamá para saber que ella ya lo ama con locura y que ese bebé siente ese amor. Igual que nosotros con el Padre, no necesitamos tocarlo, ni verlo, ni olerlo, pero quien conoce esta forma de amar sabe que está ahí, que existe y que no hay mejor sensación que la de sentirlo. Por ello, aunque a veces podamos dudar de que nos cuida y sabe lo mejor para cada uno de nosotros, el amor de Dios siempre está y estará para nosotros, aunque como personas queramos llevarlo al campo de nuestra realidad, es tan grande que no puede caber en un pensamiento.
Tenemos suerte de vivir en un mundo donde hay cabida para el Amor Universal porque, no seamos ingenuos, el amor está presente en cualquier ámbito de nuestra vida y podemos conseguir verlo en los actos más cotidianos: donde una madre se preocupa por sus hijos, un hermano vela porque su otro hermano no tenga problemas, amor es una pareja donde incondicionalmente uno cuida del otro.
En definitiva, encontramos distintos tipos de amor: fraternal, maternal, marital… y, el más importante, que abarca todos los demás, el AMOR de Dios por cada uno de nosotros. Demos gracias por su fidelidad, recordemos su entrega al contemplar cualquier imagen de Cristo o al descubrirlo presente en la Eucaristía. ¿Hay mayor milagro de amor?
Y, por supuesto, no olvidemos tampoco a Nuestra Madre, la Virgen María, porque Ella siempre será el mejor ejemplo de amor incondicional.
¡Nos vemos en marzo, no dejes de amar!
¡Dios te bendiga!