Se acaba el mes, ya huele a "vacaciones", y antes de poner el blog en modo veraniego queríamos compartir contigo la publicación que teníamos pendiente.
Parece que en los meses de julio y agosto el mundo nos invitara a parar. Y seguro que has podido comprobar alguna vez que no solamente en esas fechas ponemos el freno sino que, en otras ocasiones, las decepciones de la vida o los problemas también nos hacen bajar la guardia y perder el ritmo.
Es verdad que ante las dificultades, o en fechas como las que se
avecinan en las que cesan tantas actividades (entre ellas, por ejemplo, las que
venimos realizando en el centro parroquial el resto del año), nos puede
costar más seguir cumpliendo con los compromisos cristianos pero si te
paras a pensar eso ni es los que se nos pide ni nos hace bien. Es importante, independientemente de lo que te acontezca, permanecer siempre cerca del Señor.
¿Qué fue lo que nunca dejo de hacer Jesús ni en sus peores momentos? ¡Orar!
¿Y por qué no aprovechar entonces cualquier bajón vital, o ese parón laboral (temporal) que nos va a dejar más tiempo libre, para seguir su ejemplo? La oración no entiende de descansos, es la máquina que dentro de la fábrica de la Iglesia no debe detenerse nunca, así que imitemos, aunque sea un poco, a esas almas contemplativas que permanentemente se encargan de sostenerla y, ya puestos, pidamos por ellas.
Si nos lees y piensas que tú no puedes rezar, que no sabes, que eso no está hecho para ti... dinos... ¿qué crees que te estamos pidiendo? ¡Ay las dudas y los miedos cuántas veces nos frenan! Si te sirve para arrancar recuerda que Jesús ya decía a sus discípulos (en el evangelio de Mateo, capítulo 6, versículos 7-15), que cuando rezasen no usaran muchas palabras porque nuestro Padre ya sabe lo que necesitamos. Es suficiente con decir "Padre Nuestro..."
Con esta oración ya estarás solicitando todo lo que te conviene. Párate a leerla con detenimiento y medita bien su contenido. Saluda al Señor, ponte ante Él y trátalo sin miedo porque es el Padre que siempre espera con cariño que su hijo responda a su llamada. ¡No dudes que siempre querrá lo mejor para ti y ojalá te despierte el deseo de corresponder a su inmenso amor! Decimos que está en el cielo y a lo mejor por eso, a veces, no sabes bien dónde buscarlo. Recuerda que es omnipresente y que tan grande es su presencia que lo más sabio es hacer silencio y escucharlo en tu corazón. Deja que sea Él quien actúe en ti y comparte, después, sus bondades con los demás. Perseguir tu propia santificación será el mejor camino para hacer lo mismo con su nombre y esa será la única ruta que te lleve a su Reino. Colabora con Él e intenta siempre transmitir a los que tienes cerca, especialmente a través de tus actos más que con palabras, sus deseos de paz y de bien. Contribuye a hacer más bello el mundo porque, sin duda, será mejor que continuar llenándolo de egoísmos, envidias y rencores que tanto nos violentan. No te preocupes nunca por los agobios del mañana (hay otro evangelio precioso que nos habla de ello. Mateo 6, 24-34) y no temas por el qué comer, beber o vestir porque tu Padre del cielo ya te dejó en su día el "Pan" que más necesitas: La Eucaristía. Trabaja diligentemente y con bondad para que tampoco te falte el aprovisionamiento del alimento físico. Perdona siempre porque eso hace Él contigo cuando caes en el pecado y no enjuicies a los demás. ¡Ah! Y ojo con estar pensando que tú no eres de esos y creer que no pecas porque entonces estarás cayendo en la peor equivocación (revisa tu soberbia). Pídele ayuda, porque nunca está de más y a todos nos viene bien, para librarte de las distintas tentaciones que te puedan acechar (son muchas y con frecuencia demasiado sutiles). Y si algo no sale de la manera en la que te gustaría no culpabilices a Dios por tus problemas. Él nos hace libres y hasta de las malas decisiones sabe sacar cosas buenas. Si ves que has fallado en algo no te aletargues y, si es necesario, acércate al sacramento de la penitencia o de la reconciliación. Es mejor, y te hará más humilde, una confesión que cometer la imprudencia de irte distanciando espiritualmente porque, en este caso, acabarás alejándote también de manera física. Persigue la fidelidad y vive de manera comprometida, con abundante tiempo de alegría y algo de justificada fiesta pero también de retiro y distanciamiento de la cotidianeidad para que parezca que disfrutas de unas vacaciones continuadas. Si tienes ocasión peregrina a algún sitio y verás después lo mucho que se parecen a una mini-vida esas experiencias. En la parroquia vamos a aprovechar en breve para irnos a Italia y,
asimismo, nos habremos puesto en camino para Santiago antes de volver a la actividad. :) Por último... que, en tu día a día, y más allá del verano, tu objetivo sea siempre ponerte al calor del Amor para fundirte con Él para que, siendo más maleable, el Espíritu Santo pueda habitar en ti y convertirte en ese árbol de fuertes raíces y exquisitos frutos.
Nosotros vamos a intentar hacer lo mismo que te recomendamos y, si Dios quiere, retomaremos la actividad bloguera a finales de septiembre. Si nos vas a echar de menos recuerda que nos quedamos en Twitter (@CPSanPascual). ¡Anímate a seguirnos por allí si todavía no lo haces!
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