Sigue avanzando el año, estamos felices al sabernos salvados por la Pasión, Muerte y Resurreción de Cristo y a la luz del fuego del Espíritu nos gustaría dejarte, como cada día 17, un nuevo texto para meditar.
Office de Lisieux (1940), Public domain, via Wikimedia Commons |
En esta ocasión hemos querido elegir unas palabras de Santa Teresita de Lisieux, concretamente el capítulo 10, del manuscrito C, recogido en Historia de una Alma, obra autobiográfica que puedes leer completa aquí: https://es.catholic.net/catholic_db/archivosWord_db/historiadeunalma.pdf.
"Esto no es una historia inventada por un habitante del triste país donde me encuentro, sino que es una verdadera realidad, porque el Rey de aquella patria del sol radiante ha venido a vivir 33 años [6rº] en el país de la tinieblas.
Las tinieblas, ¡ay!, no supieron comprender que este Rey divino era la luz del mundo... Pero tu hija, Señor, ha comprendido tu divina luz y te pide perdón para sus hermanos. Acepta comer el pan del dolor todo el tiempo que tú quieras, y no quiere levantarse de esta mesa repleta de amargura, donde comen los pobres pecadores, hasta que llegue el día que tú tienes señalado... ¿Y no podrá también decir en nombre de ellos, en nombre de sus hermanos: Ten compasión de nosotros, Señor, porque somos pecadores...? ¡Haz, Señor, que volvamos justificados...! Que todos los que no viven iluminados por la antorcha luminosa de la fe la vean, por fin, brillar..."
¿Qué nos dice su lectura?
Estas palabras nos llevan a pensar en aquellos que, alejados de la fe, todavía a día de hoy siguen pensando que Cristo es una invención de la Iglesia. ¡Qué equivocados están y qué necesaria es nuestra misión evangelizadora! Más bien podríamos decir que la fundación de la Iglesia es, después de su muerte en la Cruz, la mejor obra que nos dejó Cristo.
Jesús, para Teresita el Rey de aquella patria del sol y para nosotros el mismo Dios hecho hombre, se encarnó en la Virgen María y desde su nacimiento se esmeró por aceptar y dar respuesta a la voluntad del Padre para él. ¿Qué le pidió? Ofrecer su propia vida por la salvación de todos y cada uno de nosotros. ¡También por ti que nos estás leyendo, aunque a veces te pueda costar creerlo! Y todo ello lo hizo exclusivamente por AMOR, esa vocacion que también supo descubrir la joven y fecunda Santa.
¿Y qué imaginas que te puede pedir el que es la luz del mundo en medio de tus oscuridades? ¿Qué corona crees que te va a dar? No esperes una que no sea de espinas.
Ojalá que en medio del triste país o las tinieblas, que es nuestro mundo y el valle de lágrimas en el que todos hemos de vivir nuestro destierro particular, el Señor nos ayude a descubrir y comprender que no nos veremos llenos de gloria si no pedimos perdón por nuestras caídas y si no somos capaces de perdonar a los que nos ofenden. Y Dios quiera también que, cada día, nuestra vida, arraigada en la fe, mantenida en la esperanza y desarrollada en la caridad, sea imagen del Resucitado y anime a brillar como Él a los que tenemos cerca.
¡No olvides que la llamada a la santidad es una llamada universal! ¡Nos vemos a finales de mes!
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